jueves, 28 de febrero de 2019

14

El poder de la voz es necesario para convertirse en una profeta. Más que alzar la voz, es un don para acallar las mentes y aquietar los murmullos despectivos de los zynits, entrar en sus corazones y hablarles con la verdad y el conocimiento que merecían desde antaño. Es un poder, el atributo o regalo de la diosa Zurimi cedido a Dinah. Fue un poder para los profetas de antaño, el verbo se vuelve un acto creador y sobre esta estructura, construir un futuro verbal, la palabra toma fuerza y concreta las acciones prometidas.

A través de algunos ensueños dirigidos por Zurimi, Dinah aprendió a cambiar su pensamiento de víctima y percibir que era otra, cuando empezaba a predicar en medio de una plaza abierta. Su voz se hacía potente y no bastaban más de dos minutos para estar rodeada de aquellos que iban a escucharla con una atención especial. Sintió el llamado que debía predicar cada día, cuando el sol estaba en lo alto y cuando se recluía entre las montañas.

El cincuenta y tres engloba lo que se esconde tras un resentimiento inicial: la necesidad fortuita de alcanzar la estabilidad, para luego profundizar y dedicarse de lleno a la sabiduría, proclamar mensajes sobre la lealtad, la verdad y la confianza a depositar en una nueva fe, elevar y regenerar al hombre y la mujer. El resentimiento es la semilla para renovar lo caduco y obsoleto que nos rodea. Es la pequeña revolución interna, para cambiar desde dentro hacia afuera, desde una misma hacia la masa, los nuevos adeptos. Pero si el resentimiento se guarda para uno mismo, sin exteriorizarlo, se convierte en una pústula de odio que se degenera y mata a una misma. Para englobar estos y otros conceptos, la figura mítica del Zimurgh fue escogida por Dinah, ahora Zhaba,  luego de algunos discursos, con que se haría conocida como una nueva profeta que anunciaba los nuevos tiempos.

El símbolo del Zimurgh aporta una punzante luz y la claridad necesaria, en el que abundan las nebulosas del terror, la confusión y la opresión. Es la victoria de un animal sagrado e inmaculado, representativo del bien sobre el mal. Una figura que representa también la eternidad, que se regenera sobre sus restos y vuelve a la vida, el rayo de luz, aquél por el que todas las aves van tras su búsqueda y no lo alcanzan, el portal de los nuevos cambios venideros.

Zurimi no siempre estaba a su lado. En un principio sí estuvo a su lado, para que se armara de valor y congregara a tanta gente, para comunicar su mensaje de justicia, igualdad y otros conceptos, diametralmente opuestos y ajenos al de los zynits.

Con cada nuevo discurso de Zhaba, tal como se hacía llamar Dinah, los zynits, sobre todo los priestes, avisados de la presencia de una pordiosera que se dedicaba a hablar fuerte, la insultaban de todo sin la presencia de ella, criticaban los conceptos que vociferaba y que fueran transmitidos por memoriones espías. Muchos de esos mensajes eran contrarios a lo que predicaban los propios zynits, sobre todo cuando estaba reunidos en lo alto de su ziggurat.

El arma de la nueva verdad revelada ya no hiere, la herida sangrante se regenera y la espiritualidad se alcanza a través de los primeros conocimientos sobre la profundidad de la vida y la fe. La profeta Zhaba se aseguraba de calar y sentar muy bien sus mensajes a sus nuevos adeptos, que sumaban por centenares cada vez que declamaba un nuevo discurso cerca del zoco. Quizás fuera cierto que tomara el nombre de la antigua reina de Saba, Belkis. Lo concreto es que cada vez iba adquiriendo voz y una presencia mayor: es la nueva profeta del siglo, la que da las respuestas adecuadas a la secta del exterminio como es el de los zynits, que adoran a un dios vengativo y nada divino, sino semejante a un humano que solo sabe odiar, demasiado humano, como es Zin-Uru.  

miércoles, 27 de febrero de 2019

15

La carta de la duplicidad es la representación de la vida interior, el mundo inmaterial y el infinito. El treinta y ocho es la interiorización de alcanzar la verdad eterna e inmortal. Recibiste el apoyo divino de una entidad en un momento propicio de tu vida, te preparó para ser una profeta en ciernes, misma Deus ex machina, cuando creías estar abandonada y desahuciada por la sociedad.

Ahora recibes gracias de tus nuevos adeptos, alojamiento, comida, seguridad y un pequeño espacio habilitado para ti, donde preparas tus nuevos discursos y mantienes contacto con la entidad. No tienes que irte a lo alto de un ziggurat o a la falda de un monte a buscar y revelar las nuevas profecías, sino recibirlas desde la comodidad donde te alojas y te dan de comer. Crees tener la vida resuelta, aún te emociona como ha cambiado el estilo de tu vida en tan poco tiempo, de la miseria a la holgura, cuando te preocupaba qué sería de ti cuando te echaron de la casa. 

A Zhaba le regalaban las más delicadas piezas de tela, nueva ropa confeccionada especialmente para ella por sus nuevas amigas cercanas y adeptas. La seguridad de una profeta es primordial para enfrentarse ante una cofradía de misóginos y matones. Nunca se puede esperar nada bueno de ellos. Un guardaespaldas está pendiente de ella y en todo momento la cuida cuando va a dar sus discursos al zoco. Zhaba está prevenida y muy al tanto del odio visceral que genera entre los priestes, cuando se reúnen en los ziggurats. Es una vil competencia, en el cual los zynits, abarcadores de un monopolio religioso, sienten que se les tambalea el alcance de su poder ante cada nuevo discurso de Zhaba. Entre ellos proponen desaparecerla, a como dé lugar al costo que eso implica. Otros, cambiar algunos discursos anticuados, los cuales exigían una férrea voluntad, para atraer de nuevo a sus fieles. Pero eso sería incurrir en un revisionismo, que nunca trae nada bueno cuando se trata de cambiar costumbres y menos cambiar la palabra divina establecida, ante la oposición de aquellas mociones. No son conscientes, cada vez se les escurre el poco poder que les queda entre sus manos. Sus torpes y lentas decisiones les hace perder fieles cada día que pasa. 

La profeta habla fuerte y claro, dice las cosas por sus nombres y hace ver lo absurdo de varias ceremonias y prácticas religiosas, consideradas tradicionales. No son más que imposiciones humanas, antes que divinas. Si no tienen una base o un sustento de esa naturaleza, el mensaje anuncia no hacer caso, desobedecer y no cumplir lo que mandan aquellos preceptos y ordenanzas. Escuchad a la profeta, sus nuevas revelaciones son lo que necesitan hoy en día y es para todos, sin ninguna distinción. No hay una deidad varón de otra cultura que se ocupara hasta en el más mínimo detalle, de cómo debe vestir y comportarse una mujer, de tratarla como un objeto y mercancía de pago en acuerdos comerciales. Han estado adorando a un dios misógino que desprecia a sus propios fieles.

Zhaba pregona los nuevos mensajes y designios de una deidad femenina, cual madre desvelada por sus hijos, anunciando la buena nueva. Es más fuerte que el disminuido ente masculino, ocupado solo en alabar y premiar a los hombres y excluir a todos los demás, entre ellos niños, animales y sobre todo, a las mujeres. En términos sencillos la profeta aclara varios conceptos a sus seguidores: el origen de la vida, el diario devenir de cada uno, lo que hay que guardar y como alimentarse a base de granos y cereales, el cuidado de la higiene, la salud, etc.

Bastaron algunos discursos con pocos fieles en un inicio, para que Zhaba se armara de valor. No percibía la compañía de Zurimi cuando predicaba su palabra. Era ella misma, quien tomaba las riendas de dejarse llevar y difundir nuevos mensajes y preceptos a sus fieles, los que cada día se contaban por centenares. Pocos fueron los afortunados, quienes se sentaban muy de cerca, para verla levitar unos diez centímetros por encima del suelo por cortos intervalos. Zhaba no usaba su limitado poder divino cedido por Zurimi, ese fue un truco aprendido de los zinguruts, para hacerse notar más y combatir contra los zynits. Desde entonces, cualquier predicador que se quedara siempre en el suelo, no era prueba suficiente de recibir inspiración divina. Se le ridiculizaba y era relegado de su lugar de prédica. Eso ocurrió también con los otros charlatanes y mendigos del zoco, al igual que los priestes. Si no levitaban, no eran profetas y por ello sus preceptos no debían ser escuchados. La valla que estableció Zhaba era demasiado alta para superarla, nadie levitaba como ella. Se corrieron las voces, hacia los confines más recónditos, de la historia de una profeta que estaba cambiando todo el régimen antiguo y caduco de los zynits.

Antes de uno de sus discursos memorables, los zinguruts le enseñaron un truco inusual pero válido, que consistía en despedir rayos de luz a través de sus ojos, dotándole de un aspecto fantasmal, con la luminiscencia saliendo de sus ojos. Era una artimaña que practicaba cuando se ocultaba el sol. La gente se sentía bendecida, cuando veía caer en sus rostros aquellos rayos luminosos blanquecinos. Iban a verla por sus milagros, pero se quedaban prendados de sus mensajes y preceptos, que eran más acorde para ellos, que las estrictas órdenes de los zynits. Por su parte, ellos entendieron que si no hacían algo urgente, sería historia y olvido los rituales en los ziggurats y la palabra del dios Zin Uru, cada vez venido a menos.

En cuestión de pocos meses, Zhaba constituyó una secta, la cual cada día ganaba más adeptos y crecía exponencialmente. Los fieles dejaron de lado sus creencias, basadas en el monolitismo de Zin Uru y se pasaron al bando de Zurimi y su profeta Zhaba, la alzada. Ese apelativo la distinguía, porque predicaba alzándose por encima del suelo. Su verbo se hacía verdad e iba cuestionando todo aquello que hacía tan opresiva la vida de sus fieles, ex adoradores de Zin Uru. Como toda secta que iba creciendo, las calles se volvían turbulentas, sobre todo cuando los priestes se dejaban ver, avergonzados, anunciando nuevas para que regresen al culto anterior, pero la gente al ver que no levitaban, ni caso les hacía.

Con los pocos poderes que Zhaba obtuvo de Zurimi, podía convencer a las grandes mayorías realizando pequeños milagros. Lo complementaba con unos trucos aprendidos de aquellos espíritus mercenarios, los zinguruts, quienes la contactaron para ayudarle a conquistar más fieles. Se llamaban Harut y Marut, sabedores y muy entendidos de la magia y las artes nigrománticas.
La seductora apariencia exterior de ambos ponía el entredicho si se trataban de ángeles o demonios, los que Zhaba solo podía ver. Tenían un trato, no completado en su totalidad, que era conversado cada cierto tiempo, mientras ella se recluía a fabricar nuevas revelaciones. Ellos le ayudarían a que los fieles se contaran por miles, a cambio del uso de varias artimañas que aplicaría ella al pregonar sus nuevas. El trato consistía en no entrometerse en los planes secretos de ambos zinguruts. Ellos harían uso de su ciencia secreta, el de la aspiración de energía masiva, relativamente fácil de lograr, cuando había tanta gente reunida. 
  
Zhaba se acostumbró a los largos intervalos de la desaparecida diosa Zurimi. No siempre estaba a su lado y los mensajes debía hacerlos ella de su propia cosecha. Con Harut y Marut, aprendió algunas técnicas para causar una mayor impresión a través de sus discursos. Los nuevos mensajes canalizados por Zhaba tenían más versos propios que los de una deidad ausente. Un séquito, junto con el guardaespalda, la protegían las 24 horas del día y no permitían que ningún indeseable se le acercara o le sucediera algo. Dejar de ser una pordiosera de la casta de las intocables y elevar su estatus, era como haberse sacado la lotería. Ella buscaba el glamour y la belleza que otorgaba la fama. Insistimos, el lunar que tiene en la espalda con la forma de un cañoncito, era su marca de profeta, de brahman. Ahora era tiempo de mandar construir un primer gran templo, para la adoración absoluta de ella, Zhaba, la profeta. 

martes, 26 de febrero de 2019

16

No era raro que Zhaba pasara un buen tiempo sin tener  noticias de Zurimi. Cuando la invocó aquella vez, como tantas otras, no se presentó para un tema en particular que debía resolver. Decidió fabricar un nuevo mensaje profético para sus adeptos aquella tarde. Revisando discursos anteriores, respondió de paso algunos cabos sueltos que le plantearan los de su círculo cercano. Filtró algunas revelaciones para el siguiente mensaje, que sería parte de un gran discurso que debía comunicarlo desde ya, pero en forma velada para no asustar a nadie. Incitar a la construcción de un templo dedicado al culto de la diosa Zurimi.

Una diosa que para siempre ocupada, no está pendiente de su profeta. Eso da pie a una situación hipotética pero no por ello menos deleznable: la profeta decide en algún momento de su oficio de escribana, rebelarse contra la entidad que, dicho de otra manera, le dió trabajo. Si nos fijamos bien, una relación de profeta-divinidad no es otra que una relación laboral de un subordinado y su jefe. En el caso de ambas, la relación era un tira y afloja. Había tensión en la profeta, cuando no recibía las respuestas adecuadas dentro de tiempos fijados o preestablecidos. Lo peor que podía pasar, que no hubiera respuesta alguna. Aquellas ausencias marcaban el carácter agrio de la profeta. Quién sabe si como una cuestión de fondo, serían celos mutuos, basada en una silente hipocresía de ambas partes. Pero por sobre todas las cosas, estaría escrito en un libro imaginario o imposible de creer, todos los designios del Escondido, de la Profunda Conciencia que Guía los Pasos, del Venerado Constructor, quien decide por encima de las correrías de una diosa, o semidiosa algo irresponsable por sus actos y su poca constancia para llevar adelante una obra. Con respecto de Zurimi, hay que sujetar con pinzas el árbol genealógico del cual desciende. No nos explicamos por qué estuvo encerrada en una botella por largos años, hasta que fuera liberada por un practicante de la serendipia, que por meras casualidades del destino, en su camino estaba dicho que debía toparse con aquella botella y por un descuido, al rajarse, creyó liberar a una efrit o un genn. Un caminante del desierto liberó a una diosa irresponsable. La figura no da ni para una metáfora creíble.

Zhaba intercaló dos o tres nuevos preceptos en su discurso, los que ya había discutido en alguna ocasión con Zurimi, cuando aún se comunicaban, los cuales ella le había censurado divulgar, no era el momento adecuado. Uno de esos preceptos rezaba apedrear a los zynits si se les veía en libre tránsito por la ciudad. El segundo precepto permitía secuestrarlos y lapidarlos hasta morir. Surge el dilema del profeta que busca no ser uno más del montón, sino ser el show mediático en sí, quien decide tomar decisiones propias sin consultarlas ante su superior, en este caso una entidad divina que no podía ponerse en orden a sí misma. No es el primer caso que permite plantear un profundo tema filosófico que se resume en una pregunta: ¿hasta qué punto un profeta miente en su mensaje y más es lo suyo, de cosecha propia, que lo establecido por la entidad con quien dice tomar contacto, para difundir su sabia y revelada verdad? ¿Cuánto de revelado y divino es disfrazado con mensajes que cargan intereses propios de quien pregona?

Hablemos de los zinguruts. Hanut y Manut. Son entidades del bajo astral, pero eso no lo sabe Zhaba. Es probable que nunca se entere de eso, está cegada, deslumbrada por ellos. Los percibe como ángeles, cuando son todo lo contrario. Ante ellos se descarga y se queja de las labores que le pide someterse Zurimi. La principal queja de Zhaba es que no asume su parte del compromiso y tampoco le ha otorgado más poder, para realizar milagros ante sus fieles. Hanut y Manut, le aconsejan en lo posible, uno que otro cambio que puede realizar la profeta. Cuando Zhaba los invoca mentalmente, se presentan en un santiamén. Aparecen elegantes e impecables, de rostro y ojos claros, de atractivo demoníaco con el brillo que despliegan. Si ellos quisieran, serían astros, actores o modelos, haciendo carreras envidiables entre focos y fama, sin que nadie se dé cuenta que son demonios de verdad. Zhaba no es consciente que ambos son súcubos, vampiros energéticos o ladrones de energía, lo que hace un egregor o un atrapasueños cuando se les activa. En algunas ocasiones, cuando la profeta descansaba, despertaba mucho más cansada de lo habitual. Lo atribuía a su cansina labor de profeta, pero no relacionaba que ambos, Hanut y Manut, le estaban robando su energía, la que captaba ella sin saber cómo, mientras pregonaba sus discursos de los nuevos cambios para sus adeptos, que se contaban por miles dentro de su secta.

Zhaba tampoco recordaba sus sueños de algunas noches. Los súcubos, cuando conviven con una persona que capta mucha energía pero que no sabe distribuirla o usarla, no se le despegan y procuran absorberle la mayor cantidad posible. Era lo que pasaba con Hanut y Manut. Se habían topado con algo más que una simple gallina de los huevos de oro. Ambos se metían en sus sueños y le hacían pasar episodios oníricos no aptos para ser relatados. A través del sueño le robaban la energía extra que generaba, dándose por satisfechos los insaciables súcubos, a expensas de la profeta.

Zhaba estaba a punto de iniciar la sedición, luego degenerado en rebelión, así como cuando Mazzini, el fundador de la Logia P-2 autorizaba a los suyos para cometer deliberadamente el incendi, el avvelenamenti y el furti, motivos por lo que dieron origen a la nefasta palabra siciliana mafia. Guiada por los zinguruts, en sus mensajes intercalaba palabras o frases claves que iban cargadas de intenciones energéticas, entre ellas señalaba los pequeños actos de ataque y agresión contra los zynits. Si se hacía en distintos puntos de la ciudad, daría la impresión que se estaba armando algo grande, viniendo de  una secta que crecía exponencialmente. Las bases para el gran templo iban avanzando a una velocidad trepidante. 

lunes, 25 de febrero de 2019

17

Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa.

La carta de la soledad indica, aunque no parezca, el amor de una deidad revelada. El sesenta y uno engloba ese extraño pero entendible concepto. Para ser profeta, para ser un canal, deberás soportar ser una ermitaña, para recoger y recopilar todo el mensaje revelado, que ha de difundirse, propagarse y predicarse a los cuatro vientos. No importa si en las faldas de una montaña o en lo alto de un ziggurat, pero un lugar donde puedas ser tú misma.

La profeta quiere abandonar a la jefa. La profeta ha decidido tomar las riendas de su nuevo culto, el culto hacia ella misma. Deja su condición de pobre y pasa a ser una protegida sin preocupaciones en lo económico, sus nuevos adeptos la cubren de gloria y que nada le falte. La profeta no quiere predicar la palabra de nadie más. Piensa: ella quiere ser la figura central. Quiere ser diosa, pitonisa, profeta. Las tres a la vez. Para ello habrá de realizar fantásticos y maravillosos milagros, para dejar en claro entre sus fieles, que ella no miente ni ofrece ilusiones o vanas esperanzas. Con ella la cuestión de la vida y la muerte es serio. Su palabra vale, lo avala a través del ejercicio constante de sanaciones, mensajes sencillos y claros para todos.

Hace olvidar el culto a Zurimi (una diosa irresponsable) y a los zynits por igual. El templo que se erige a una velocidad trepidante, servirá para el culto dedicado a ella. Los preceptos se dicen libremente y se establecen como norma y ley. Hay que apedrear al enemigo, a los priestes, la libertad de culto no será libre, sino la imposición de uno solo. Los zynits deben ser exterminados, nadie deberá tener entre sus manos el libro del Zuhit, que señala adorar al dios Zin Uru y maltratar a las mujeres como les viniera en gana. La palabra es revelada a través de una pordiosera, se le manifiesta entre sueños y se vuelve predicadora del nuevo culto. Su nombre ya no es Dinah, para aquellos pocos que la reconocían, sino ahora es Zhaba, entre sus miles de fieles, que lo dan todo por ella. Es considerada la nueva profeta del siglo, la de las respuestas adecuadas, la protectora de las mujeres. Han matado al dios Zin Uru. Corre sangre en las calles, pero no diremos nada más al respecto.

Las donaciones para erigir el nuevo templo, cubren por completo su construcción y manutención. A nadie le interesa el relato de la diosa encerrada en una botella de piedra magnetita que luego de siglos, fuera liberada por un peregrino, al que por error se le cayó y rajó la botella.

Lo que nadie sabía al respecto de ese relato, y mucho menos Zhaba, que Zurimi, al verse liberada, necesitaba cobrar víctimas para recuperar el tiempo perdido y su estado como diosa, volverse materia densa. El caminante fue su primera inmolación. Luego vendría una caravana, en el que ninguno de los camellos y peregrinos que los guiaban se salvó. Con una plenitud lograda, en los alrededores entrevió la situación de los zynits, las mujeres en un estatus de esclavas oprimidas y Zhaba husmeando en los altos de un ziggurat aquella noche en que se le metió entre sueños para comunicarle su nuevo rol de profeta. A la par, escuchó desde las lejanías una extraña invocación. Si no fue por curiosidad, acudió al llamado de un mago llamado Sabinarrosa, quien se encontraba en el otro extremo del mundo.  

Invócame, y juntas haremos esos discursos para vencer a los zynits, borrarlos de la faz de la tierra. Invócame y ahí estaré. Te llamarás Zhaba y olvidarás tu nombre antiguo de Dinah. No es casualidad este nombre escogido para ti. Belkis logró en su tiempo vencer al sifilítico y estúpido Zalomón. Ahora serás tú contra la estupidez de una masa de hombres. Te odiarán por traer el cambio absoluto, hacerles ver la caducidad de sus tradiciones y lo obsoleto de sus preceptos. Nuestro momento llegará a pasos agigantados.

Zhaba exige más poder, pero no recibe eco ni respuesta de una diosa irresponsable, que falta a sus citas programadas. Que no le transmite nuevos mensajes. La profeta cambia su papel. Es una profeta revelada y rebelada. Ordena construir el templo del cual se apoderará. Solo ella sabe hasta qué punto han contribuido a su obra los zinguruts Hanut y Manut. Gracias a ellos se ha erigido de mayor poder, fama y alcance.

Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa.

Pero no es la diosa Zurimi. Es la nueva profeta revelada: Zhaba. 

domingo, 24 de febrero de 2019

18

Con el reloj de arena, cuya duración era de cuatro minutos con treinta y tres segundos, el tiempo necesario para realizar el intercambio o el proceso de la transmigración, cuando un alma cruza hacia el otro cuerpo sin interferencias, mientras ambos se miraban profundamente para poder concentrarse. El ritual de ambos era agarrarse fuerte los brazos (la izquierda de él, la derecha de ella) y con la mano libre, mientras Henri llevaba una esfera de oro puro, en cuyo interior alojaba un cristal rosa, Julia sostenía una esfera de plata con un cuarzo blanco, para potenciar el trabajo de la transmigración. Una tela roja cubría la unión de ambas manos que estaban juntas. 

Había que tomar las previsiones del ritual, que exigía que no hubiera animales cerca, ya que suelen alimentarse de ciertas energías (como es el caso de gatos y canarios, entre otros). Las ventanas debían estar cerradas, de ser posibles que se usaran cortinas blackout o que no dejaran pasar la luz. También los espejos: debían estar cubiertos de tela negra, para impedir que se abran portales mientras duraba la transición de la transmigración.

De igual forma, no debía haber cruces ni símbolos religiosos cerca. Mucho menos un rosario, un denario o una estampa dedicado a un santo en particular. Tampoco debía haber plantas en maceta cerca, como cactus, geranios o hiedras. Todas las puertas debían estar cerradas.

Luego de todas estas precauciones por anticipado, había que hacer el rezo a la vez, que era la invocación a los Espíritus Guías, a los Avatares y Maestros Ascendidos para permitir el proceso de la transmigración sin mayor problema. Luego que dejara de chorrear la arena en el reloj, cada uno se tomaba un tiempo prudencial para reconocer el "nuevo cuerpo" y adecuarse, acostumbrarse a sus nuevas formas y poco a poco recuperar el habla (en un tono distinto), el caminar (también con cambios, con la tenue escoliosis de Julia), la constante movilidad de las manos y la necesidad de verse ante un espejo para sentir el "nuevo cuerpo".

Sobre rituales, hay muchos y variados. Si quieres iniciarte con un pequeño vuelo astral, para el cual estarás bajo tu propia responsabilidad, toma atención de estos pasos, que recomienda el maestro Moida.

Coloca tres vasos de agua debajo de tu cama o de una tarima (que es lo más recomendado, para que no te gane el sueño en la blandura de una cama) y repetir un mantra, en voz alta, que puede ser RAM, o el OHR (o uno a tu elección). Repítelo varias veces, pero luego concentrando en tus pies, y mentalizando como asciende una luz blanca que reposa en tus pies. Repite nuevamente el mantra, ahora focalizando esa luz blanca imaginaria en tu plexo solar o donde está ubicado tu esternón. Por último, repite otras veces en tu "tianmu" o tercer ojo, que viene a ser el entrecejo, también con la luz blanca. Sentirás un estado de somnolencia, para el cual deberás estar alerta: si te duermes, no te frustres. Inténtalo al día siguiente, así hasta agarrar dominio de poder "estar despierto" mientras sientes que tu cuerpo se duerme. Una vez que has logrado eso (lo cual no será fácil a la primera, sino luego de varios intentos), visualiza el agua como una protección y a la vez potenciador del vuelo astral que hagas. No es fácil llegar a ese convencimiento, pero con la práctica seguida y con una voluntad constante, lograrás el objetivo. Después de unas semanas, sentirás que podrás zafar de tu cuerpo en reposo y estarás saliendo al astral. Cuando estés en ese estado, podrás hacer cualquier viaje astral hacia algún destino en particular: conocer algunas ciudades europeas, visitar islas paradisíacas, castillos derrumbados, ruinas arquitectónicas o el mundo entero sin necesidad de gastar en pasaporte y pasajes.

Con la práctica, el vuelo astral se vuelve una costumbre distinta a la cual no hay que tenerle miedo, siempre y cuando estés protegido por la visualización de la luz plateada o el color del plexo solar, generalmente luz amarilla. La respiración, en todo este proceso, es muy importante. Una respiración prolongada y pausada es mucho mejor que entrar en hiperventilación y arruinar todo este ejercicio.

No se trata de un ritual, pero sí un ejercicio focalizado, para concentrarse mejor, que nos explica Míster Marchal.

Cuando se está con sueño, procurar acostarse boca arriba, pero con la idea fija que no se debe apagar la "atención" de todo lo que sucede mientras se va quedando dormido. No es fácil lograr esto, pero el ejercicio en sí es lograr estar con la conciencia activa, de tratar de darse cuenta de lo que va sucediendo, a medida que el sueño va haciendo de las suyas. Lo ideal es no pensar en nada, tan solo fijarse en lo que sucede, sentirse un observador hasta lograr percibir el zumbido. Si logras percibir el zumbido, y esto es lo más importante, deberás "deslizarte" y salir de tu cuerpo, para hacer una proyección astral, que es quedarte cerca de tu cuerpo en reposo. Si te dejas arrastrar por el zumbido, te quedarás dormido y de nuevo tendrás que intentar todo desde el principio.

Aunque a veces pasa que si te dejas llevar por el zumbido, algunos lo describen como una manga plateada que cubre todo el cuerpo y te hace soñar, puedes empezar a modificar a tus anchas cualquier sueño que tengas y lo puedes convertir en un sueño lúcido. Se aprende mucho estando despierto en medio de un sueño, incluso puedes pedir hablar con entidades o maestros ascendidos que se te presentarán, aunque es algo limitado (no es lo mismo un sueño que un vuelo astral). Lo importante es mantenerse focalizado y vencer la resistencia de uno mismo de quedarse dormido. Poco a poco se irá venciendo esa resistencia.


sábado, 23 de febrero de 2019

19

Segundo Libro

Aquellas rayaduras finas en la mesa de madera simulaban una nocturna fogata, de esas cuando pones a quemar finas ramas y saltan las largas chispas en la vorágine del fuego hacia el cielo. No se había percatado de ello cuando levantó el mantel negro que se encontraba polvoriento, las cartas no debían recibir ese tipo de interferencias en una próxima lectura o apertura de portal para invocar a Surimi. ¿De cuánto tiempo estaba la mesa así? Había que mandarlo a lijar toda la superficie entera y desaparecer esa atrocidad. Con razón las últimas lecturas traían mensajes incomprensibles. Eso es lo que piensas, la cómoda excusa para fastidiar a los demás. Ernesto no pudo haber sido, era muy fino los rayones. Además el mantel llevaba mucho tiempo sin lavarse y esas marcas sería de mucho antes que llegara el gato. Quizás estuvieran desde el día de la mudanza.

Svetlana, su vieja amiga, afirmaba haber aprendido directamente de Madame Lenormand la lectura de cartas. Lo cual era una contradicción ya que no calzaban los tiempos para haber coincidido con la mismísima Lenormand, salvo que lo aprendiera de otra vieja bruja que decía serlo, porque madame no era de enseñar a tantos discípulos, pero sí se preocupó de escribir rentables manuales, actualizando así las obstrusas y complicadas lecturas de Levi, Etteilla y otros más, si no se me olvida.

Aquel día Svetlana le hizo una rápida lectura, sugerida por Sabinarrosa sobre algunas inquietudes que le rondaban la cabeza. El carro, el emperador y alguna carta de oros, anunciaban visita de alguien para Sabinarrosa. Lo buscarían desde muy lejos. Específicamente a él. ¿Cuántos vendrían? A lo que la vieja respondió tajante: cuatro. Sabinarrosa se sorprendió. Quería consultarle sobre un tema doméstico y se topó con un aviso mayor. Había que limpiar la casa y preparar algunos cuartos para los huéspedes, no tenía la más mínima idea de quienes serían. ¿Por cuánto tiempo estarían por acá? Svetlana respondió: dos semanas y media.

Para ese entonces, Sabinarrosa había sostenido dos sesiones de entrevistas con Surimi, conociéndola un poco más, pero no a profundidad. Algo no le quedó claro, cada vez la notaba más evasiva y extenuante al  invocarla. Al retirar el mantel, vio las rayaduras finas que simulaban la llamarada de fuego, quizás eso interfería. Aquella tercera vez que la invocaría, tomaría hierba mate para mantenerse atento. A pesar que le hacía ascos al mate, lo mantenía alerta por varias horas, las necesarias para lidiar con la energía densa de Surimi.
No le gustaba el café, porque le producía gases y el té lo mandaba seguido al baño por sus propiedades diuréticas.


...



Sabinarrosa se quedaba perplejo cada vez que leía a Séneca. Es mucha sabiduría para un hombre, incluso para la época en que se desenvolvió. ¿Con qué escuela iniciática habrá tomado contacto en ese tiempo? Incluso algunos de sus textos tenían segundas lecturas, del orden iniciático. Algo así como con el Fausto de Goethe: lo del diablo es mera alegoría. Bien leído, y con alguna base hacia donde apunta Goethe, el Fausto va más allá de la historia base del pacto. Es más profundo. Entre Séneca y Raimundo Llull... ¿serían ambos el mismo avatar? El caso de Llull es el de un rara avis, un excepcional de su tiempo, un adelantado. Era increíble que en los tiempos de oscurantismo que se anunciaban venideros, hizo todo lo que hizo. Solo faltaba que lo denunciaran por hereje. Aunque eran diametralmente opuestos tanto Séneca de Llull, algo hacía sospechar a Sabinarrosa que se trataba del mismo avatar.

Había que repasar el texto de Aram. En el capítulo tres, menciona que el apóstol Felipe, quien luego sería Francisco de Asís y también Martín de Porres, se trataba del mismo avatar: Kuthumi. Por eso el pensamiento de Asís se entroncaba con el de Porres. Era la misma filosofía. Del apóstol Felipe no se sabe nada: no hay registros que perduraran, para identificar si mantuvo el mismo pensamiento. Pero la transmigración estaba identificada. Lo que hizo el maestro Kuthumi en cada vida, dejó obra y consecuencias para bien, a modo de ejemplo.

En el caso de Cristóbal Colón, fue antes el Mago Merlín, luego el dramaturgo William Shakespeare y posteriormente el aún enigmático personaje Conde de Saint Germain. Luego trascendería como avatar para la era de Acuario y ascender con el título de Maha Chohan. Fue referente activo en los telones detrás de la política y alquímico (las obras teatrales del Bardo de Avon son antimonárquicas en su mayoría), sabedor de los teñidos de telas, dejó conocimientos sobre el uso de la luz violeta de la transmutación. Era otro avatar identificado por Aram.

El Maestro El-Morya, quien fue el rey Arturus, ahora es el avatar de Darjeeling, regente del rayo azul del poder. Apenas se había identificado tres avatares, de los cuales se tenía certeza de sus pasos por este mundo. Sabinarrosa quería empecinarse en encontrar más avatares o aquellos quienes reencarnaron en más de una ocasión en distintas épocas, manteniendo una coherencia del mensaje en cada tiempo en que se desenvolvieron. Pero para ello habría que acudir al Registro de los archivos akáshicos. ¿Dejarían los de Akása husmear en las líneas álmicas de los avatares?

Séneca, quien siglos más tarde sería Raimundo Llull, ¿sería quizás Francis Bacon, y luego Fulcanelli? La neumonía de Bacon era risible por como lo obtuvo, mientras se inspiró en probar el punto de congelamiento rellenando y cubriendo pollos con la nieve. Pero con lo del empirismo y el método científico, es que se encuentra paralelos con Llull, quien ya había propuesto un orden de clasificación para la ciencia. Desde luego, había que identificar más avatares, quiénes guardaban relación con lo que hicieron en cada vida y encontrar paralelismos o puntos coherentes del pensamiento, interrumpido por una reencarnación o por las artes de la transmigración a conciencia y voluntad. En eso estaba Sabinarrosa, hasta que se topó revisando entre sus libros, con un cuadernillo rústico firmado por Catay Cipango, comprado hace tiempo y aún sin leerlo del todo, titulado Perfectibile de Komosoros, en él anota sobre ciertos rituales lindantes con lo chamániko, pero sin serlo o profundizar más al respecto. El problema con Catay Cipango es que entiende todo mal y pretende explicar, cual difusor de un texto con poca cabida para el público en general, que Komosoros era una tribu (nada que ver) que realizaban aquelarres (lo cual es falso). El Perfectibile era un documento cuyas anotaciones libres sobre diversos temas, era de un autor misterioso que firmaba Komosoros. Cero en comprensión de lectura, pensó riéndose Sabinarrosa.

viernes, 22 de febrero de 2019

20

A Sabinarrosa las inquietudes y curiosidades más rebuscadas lo tenían rumiando sus pensamientos. ¿Qué iba a soportar una cháchara banal, con algún hijo de vecino sobre si tal partido de fútbol o las bochas? Menos perder tiempo leyendo la sección política de los dos diarios oficiales de la zona. El enciclopedismo lo tenía consumido y distraído. Lo último, y  tuvo que confirmarlo con algunas lecturas del viejo Herodoto, que en lo evidente histórico, no existió ningún reinado de Salomón, mucho menos la ficción tejida a su alrededor, lo cual daba por inválida la presencia de la reina de Saba, otra mera invención. Y del harén legendario, apenas si se limitaría a siete mujeres, cada una representación o alegoría de los siete planetas y que situaba al inventado Salomón como sol y fuente de luz. Pero todo era mera alegoría, fantasía para refrendar un mito fundacional inexistente y cuyos trazados de rastros de su pasado, no cabían lugar en lo físico y visible de este planeta. Si Salomón no existía, la pista se situaba sobre un personaje real, que sí existió, que tenía abundante harén, templos y distribución política. Se trataba nada más que de un faraón egipcio llamado Amenofis III el sabio, cuya figura fuera usurpada y trastocada en una leyenda semita sin origen cierto como el de Salomón. La inexistencia de este personaje desvirtuaba muchas cosas. Y era algo que quería darse de lleno Sabinarrosa, ahondando más en este personaje egipcio, el olvidado Amenofis, al que se le atribuye la autoría de varios papiros, hoy por hoy dados por perdidos o quemadas sus copias, cuando uno de los sucesivos incendios de la biblioteca de Alejandría. Los días de otoño se sucedían iguales para Sabinarrosa, lo que era su lento devenir, era en contrastar tantas fuentes posibles: era un tema delicado, de mero revisionismo histórico. Pero había una traba: Catay Cipango. Era quien atesoraba la única copia en todo el sur, del Papyrobon, un texto que más parecía una ensalada de tantos textos reunidos, de entre los cuales, un par de ellos podrían satisfacer la curiosidad de Sabinarrosa.

Pero acudir donde Catay Cipango era un fastidio, un remedo molesto de un aficionado al esoterismo, un improvisado que no practicaba o profundizaba en este campo, apenas vería lo espúreo y superficial de cada tema y anotarlo en forma de panfletos o cuadernillos de publicación autofinanciada y que se vendían en algunos kioskos. Temas variopintos desde una relación muy básica sobre los elementos de la naturaleza (calando de paso la absurda historia de las hadas fotografiadas y que le dejaron en ridículo a Arthur Conan Doyle), sobre los siete cuerpos (mal explicados, Catay Cipango cree que son siete los cuerpos etéricos –el hombre no entiende nada), una larga e indigesta explicación sobre los signos zodiacales (que mejor lo resumen los maestros astrólogos del Brasil, con publicaciones más sencillas y fáciles de entender por el populorum, anexando nombres de famosos para cada signo), alguna crítica contra la masonería (con Jakim Boor como recurrente y única fuente consultada), entre otros temas que si bien son interesantes, por el tamiz de Catay Cipango resultan grotescas y vulgares en cuanto a sus dilucidaciones y manías impresas. Lo que busca es alimentar su ego y perfilarse como un divulgador y conocedor esotérico. Los lectores incautos se hacen de sus obrillas, descartables por cierto. Pero eso es un engañamuchachos. Lamentablemente, una de las deformidades de Catay Cipango es que tiene una rica y exquisita biblioteca, mal aprovechada, y de entre ellas, la copia del inefable Papyrobon, y la enciclopedia completa del proyecto Diderot, traducido (el de los 89 tomos de color negro y letras doradas). Catay Cipango se movía en el reducido mundillo de los esotéricos uruguayos como un estorbo, un error de momento no descartable.

Otro libelo suyo, de tiraje reducido, trataba sobre la manipulación de pensamientos a través de la "telepatía a distancia controlada", cosa que no era cierta ni probada de realizarse, como interponía Sabinarrosa, más conocedor del tema. En alguna convención sobre la tenida blanca (no se percibía si eran masones, los Ekankar o cierta ala rosacruz de membresía abierta) en la que se hallaban reunidos tutilimundi, Sabinarrosa le espetó sobre lo ridículo de su última publicación que se había agotado en los kioskos: el planeta rojo que amenazaría con destruir el planeta Tierra entero. Era a voces sabidas sobre la todavía no tan inminente presencia de un cometa destructor, que alertaría para aquellos que vivieran en el 2100 en adelante. Pero para estos tiempos, era solo fomentar un pánico innecesario entre los lectores ignorantes de estos temas profundos. Catay Cipango solo sonreía, le dijo que ya estaba preparando una nueva edición de esa publicación, que desapareció en menos de dos días. Encima, inconsecuente con lo que pregona. De seguro su fuente era un oscuro brasileño de apellido Rimbolú.    

Fue en una muestra fotográfica sobre los Sadhus de la India, aquellos seres excepcionales que logran realizar proezas fuera de este mundo. A Sabinarrosa le incomodó ver a Catay Cipango, pero luego del saludo protocolar correspondiente, cambió de luz y le preguntó si aún cuidaba su copia del Papyrobon. Catay Cipango, gozando el hecho de sentirse un poco más importante, le respondió que fuera a visitarlo a la mañana siguiente, que tenía un par de asuntos que le podrían interesar. Una oportunidad para ver y reconocer los textos que guardaba en su biblioteca particular.

A las diez de la mañana estaba puntual tocando Sabinarrosa la puerta de Catay Cipango. Cuando abrió, lanzó una mirada a su alrededor y lo hizo pasar. Sabinarrosa se percató de ello y le preguntó qué pasaba. Catay Cipango estaba con los nervios crispados, como si no hubiera dormido. Quizás fuera algo de dramatismo y alguna representación histriónica, pero algo no marchaba bien. Catay se disculpó y le hizo pasar a su estudio. Sabinarrosa estaba embelesado, unos minutos de paz recorriendo sus iluminados estantes, revisando tomos y portadas de libros que sostenía entre sus manos. Hasta que encontró el Papyrobon, un grueso ejemplar empastado y con forro de tela dura. No había otro similar en toda esta latitud sureña. Pero su mirada se desviaba hacia otros libros, que gritaban "llévame, llévame". Había Papus, Etteilla, algunos de los que ya tenía consigo, otros de autores pocos conocidos, Pearlman, Richman, Donovan, entre otros sin autoría. Catay Cipango demoraba en volver. Sostuvo el Papyrobon y buscó en el índice los dos artículos que le interesaban con respecto de Salomón. Ambos textos eran breves, y mientras no se apareciera el anfitrión, los leería in situ, aunque estaba incómodo, porque a la par, quería revisar aquellos otros libros que estaban ahí expectantes, de títulos interesantes y poco conocidos.

El primer texto carecía de autor, pero confirmaba lo que ya sabía Sabinarrosa, que Salomón fue invención y figura literaria, no un personaje histórico, lo cual dejaba por los suelos cualquier leyenda que tuviera entronque con el Salomón mítico, como era el caso de las publicaciones atribuidas a su autoría (Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Clavículas menores y mayores) o el de Hiram Abif, figura alegórica que dio inicio a la masonería con los símbolos que se adherían a su asesinato, como morir apuntando al este, entre las columnas Jachim y Boaz, por los Juwes, que eran Jubelo, Jubela y Jubelum, sus ayudantes asesinos. Si no existió Salomón, echaba al traste la leyenda de la Reina de Saba, y el mítico harén de las 900 mujeres. (Lo cual echaba al traste también todo intento de origen antiguo de la  masonería especulativa, que decía nacer de la mano del asesinado Abif.)

El segundo texto, firmado por un tal W. Smith, renegaba que las minas y el gran Templo, no correspondía de la mano de Salomón, sino de un faraón, al que según el texto no lo nombraba porque carecía de fuentes egiptólogas (hubo un auge importante sobre esa materia en los 70s, pero el texto fue publicado antes de esa difusión). Salomón se desvirtuaba en ser tan solo una alegoría que representaba al Planeta Tierra, y siete mujeres suyas, a cada planeta conocido durante el tiempo, antes de los años 30 del siglo XX, cuando se descubrió Plutón. La discusión del texto dilucidaba si Salomón era la Tierra misma y no el Sol, por ser un personaje mítico superior al rey mismo y una de las mujeres desaparecía, porque hasta ese entonces solo se conocían seis planetas además de la Tierra. En eso estaba cuando volvió Catay Cipango, cambiado de ropa y menos temeroso, como hacía un rato.

Sabinarrosa apuró su lectura, le faltaba un par de cuartillas para completar su lectura. Luego cerró el libro, ante la profunda y atenta mirada de Catay Cipango. Sabinarrosa estaba incómodo, quizás había llegado en un mal momento, pensó. Se quedaron ambos mirándose e interrogándose sin decir nada. Catay Cipango dio un resoplido y sacó de un cajón de su atiborrado escritorio un sobre. Se lo mostró sin decir nada a Sabinarrosa. Leyó el texto de la breve carta. Luego miró asustado a Catay Cipango. A diario recibo anónimos que insisten en que deje de publicar los cuadernillos que se venden como pan caliente, dijo Catay. No gano mucho, pero despierto el interés en la gente. Pero esta carta no va dirigida a mi, estimado amigo. ¿Cuándo pensabas dármelo?, preguntó tímidamente Sabinarrosa. Conociéndote, quizás nunca, pero luego me preguntaste por este libro y acá no puede haber una coincidencia, uno más dos es tres. Sabinarrosa iba a hacer el ademán de devolverle la carta. Quédatelo, le dijo Catay, está dirigido a ti, es a quien buscan, solo prepara tu casa para cuando vengan hasta aquí. Ya habrá ocasión de que me los presentes. El ambiente se enrareció, los silencios llenaban este extraño diálogo entre dos que no se quieren ver, ni en pintura.

Sabinarrosa se paró y Catay hizo lo mismo. ¿Averiguaste lo que querías saber del Papyrobon?, le preguntó. Sabinarrosa le respondió que sí, y le iba a preguntar si podía dárselo en consigna por unos días. Antes que sigas, le cortó Catay, no puedo prestártelo, ya sabes lo que me pasó con el Goaccino para que lo destrozara Mario Marccelo. Sabinarrosa asintió resignado, recordando esa vieja historia, para que un ex pastor destrozara una bella obra de arte de miniaturas iluminadas como lo era el Goaccino, lo que hizo huraño y muy cuidadoso con sus libros Catay Cipango. Pero lo de Mario Marccelo fue el acabose aquella vez. Ni modo, regresaría a su casa, pero no con las manos vacías. Ambos artículos del Papyrobon no se extendían más con respecto del asunto salomónico. Pero lo de la carta lo dejó intrigado. Tendría que adecuar y aderezar la casa para los cuatro viajantes que anunciaron por anticipado su viaje y el hospedaje, según las señas, en casa de Sabinarrosa.

Se dice que luego de Plutón, el noveno planeta, le siguen tres planetas más: Vulcano, Ursus y Vestus, completando así 12 planetas orbitando alrededor del sol. En tiempos anteriores, la misma luna y el sol fueron considerados planetas, cosa que la alquimia se encargó de aclarar diferencias entre un satélite de tierra inerte y una estrella que brilla por combustión de los gases, pero publícalo en los tiempos que quemaron a Giordano Bruno, iniciado de alguna fraternidad y condenado por hereje, o ante los censores de Copérnico que nada pudieron hacer ante su modelo astronómico, que se difundió más y sus conclusiones aniquilaban el heliocentrismo. La obra de Copérnico fue destinada a quemarse en repetidas ocasiones, inscrito como libro prohibido en el Index o lista negra de libros que merecían la hoguera, 
pero varios ejemplares suyos alcanzaron los confines donde no llegaba la obligación de desaparecerlo. La censura de hoy en día es risible, más se aplica en los diarios y panfletos con sesgos políticos. En cuanto a temas polémicos en lo esotérico, no llega a mayores, por desconocimiento total y estar habituado a ser distribuido en un círculo reducido, no masivo. Catay Cipango pretendía aportar con granitos de arena incentivando el interés por estos temas. Pero el problema era que lo hacía mal, desconociendo por completo el tema, ignorando lo que guardaba en su propia biblioteca para al menos elaborar una asentada monografía con base y citas de fuentes, sin necesidad de incitar al sensacionalismo y brindar unos conceptos nada esclarecedores, en cuanto a sus panfletos y cuadernillos característicos, meros mamotretos frutos del facilismo y la dejadez.

jueves, 21 de febrero de 2019

21

Busco un secreto. Si lo develo, dejará de ser un secreto. Si me lo guardo, sigue siendo un secreto. Si alguien me lo revela, sigue siendo un secreto y sería un iniciado en su secreto. Si lo revelo, sería una traición a ese alguien por revelarme su secreto. La naturaleza guarda secretos fuera de la comprensión humana. Cuando el secreto es oscuro, se vuelve hermético. Si no es oscuro, sino que siempre estuvo en evidencia delante de todos y nadie se dio cuenta, es que ha sido el secreto mejor guardado de todos los tiempos. Cuando el secreto adquiere distintos tenores y colores, es que se habla de la institucionalidad del secreto: un secreto burocratizado. Habrá alentadores para volver a las iniciaciones de antes, al secreto mejor guardado y con menos integrantes y guardianes del secreto, pero eso implica eliminar a personajes incómodos para mantener la seguridad del secreto, donde se confunde con historias de asesinatos, crímenes sin resolver y la aplicación de lógicas absurdas del por qué tuvieron que eliminar a este y no al otro. El secreto seguirá siendo secreto hasta que venga el iniciado correcto y lo devele en su preciso momento. Mientras tanto, nada sabemos del iniciado. ¿Cómo será? ¿Cómo sabremos que es el indicado? ¿Quién lo dejará para que desvele los pesados cortinajes de lo hermético que protegían al secreto? Decíamos que la naturaleza guarda secretos aún incomprensibles para el ser humano. Los alquimistas quisieron acercarse a sus profundidades, a sus raíces y bases, pero luego se enfrascaron en la tertulia imposible del huevo filosofal y de otros albures. Es decir, se distrajeron, o los distrajeron del camino original, lo cual es más escandaloso por el tiempo perdido. Al no sonsacar nada de ahí, hurgaron las esferas celestes en busca de otros secretos aun magnánimos, inmensos como la imposibilidad de meter todo un océano en un agujero, al querer ver que podrían predecir el destino de los hombres con el curso itinerante de las constelaciones de las estrellas, que no se mueven y están fijas desde la óptica aberrante del suelo terrestre cubierto por la atmósfera. Hay secretos insondables. Abiertos como el universo entero o cerrados como una cueva camino a un túnel intraterreno. Habrá secretos nuevos y fabricados cada día, pero de los superficiales y que se venden como escandaletes en los medios. Sin embargo, hay otros que no necesitan días, meses, lustros o siglos. Son inmutables y permanentes. Son complejos de entenderlos, eso requerirá un tiempo largo de aprendizaje como iniciado, para luego ascender al siguiente nivel y seguir asimilando nuevos conocimientos. No hay maestros de secretos, sino guardianes de los mismos. A algunos de ellos los llaman altomisayoq. Sus nombres son variables segun la geografía y el tiempo, porque en esto de los nombres es relativo todo, según el contexto en que se desenvuelve. Pero la esencia es la misma, develada en distintos idiomas, en distintas comprensiones del lenguaje según el tiempo, según el espacio. Hay secretos que tumban imperios y matan reyes. Hay secretos que ascienden personajes desde lo más bajo. Hay secretos para dominar a otros secretos. Incluso el secreto para dominar una humanidad entera. Todavía más excelso, para dominar el origen de un universo completo y gobernarlo todo. Un secreto puede luchar contra otro secreto. ¿Cuál de los dos vencerá y contará su versión de los hechos? ¿Qué hará el secreto renegado y que perdió? Cuando Vercingétorix tiró su escudo a los pies del César, hubo un secreto que todos pasaron por alto, pero ahí estuvo presente. Cuando un lamed waf muere, se lleva consigo gran parte de un secreto que compartió con otros 35 lamed waf. El mundo entonces debe restituirse, hasta encontrar al 36avo lamed waf y volverá a su equilibrio de siempre. Cuando un monje lama indicaba los pasos para su próxima reencarnación, sus adláteres estaban pendientes de llevar a cabo el ritual indicado según el Bardo Thodol, que se llevaría a cabo para encontrar entre los bebés que nacieron en las proximidades, para reconocerlo. Era un secreto ritualizado, no de todos los días: el secreto de la invencibilidad ante la muerte, es decir, la inmortalidad. Hay secretos eternos cuya duración es la de un eón y secretos macroscópicos de apenas un nanosegundo. Hay secretos perdurables, como las del Kybalion o la tabula smaragdina, o escritores que se empapan superficialmente de algunos temas profundos y lo convierten en libros de autoayuda (el secreto extendido hacia su banalización o popularidad). Hay quienes creen tener un secreto, cuando en realidad hay evidencias que confirmarían que no lo es, o dejaría de serlo si saliera a la luz, pero hay quienes callan sobre el dilema que rodea a ese secreto, y se convierte en un secreto de ese secreto. Y sin embargo, busco un secreto. No para desvelarlo, no para aprenderlo ni retenerlo, sino para liberarme... 

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¿Quién eres, Sabinarrosa? ¿Quién eres tú? ¿Qué representas bajo la carta de La inspiración? ¿A quién le debes, a quién rendirle pleitesía me...