lunes, 25 de febrero de 2019

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Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa.

La carta de la soledad indica, aunque no parezca, el amor de una deidad revelada. El sesenta y uno engloba ese extraño pero entendible concepto. Para ser profeta, para ser un canal, deberás soportar ser una ermitaña, para recoger y recopilar todo el mensaje revelado, que ha de difundirse, propagarse y predicarse a los cuatro vientos. No importa si en las faldas de una montaña o en lo alto de un ziggurat, pero un lugar donde puedas ser tú misma.

La profeta quiere abandonar a la jefa. La profeta ha decidido tomar las riendas de su nuevo culto, el culto hacia ella misma. Deja su condición de pobre y pasa a ser una protegida sin preocupaciones en lo económico, sus nuevos adeptos la cubren de gloria y que nada le falte. La profeta no quiere predicar la palabra de nadie más. Piensa: ella quiere ser la figura central. Quiere ser diosa, pitonisa, profeta. Las tres a la vez. Para ello habrá de realizar fantásticos y maravillosos milagros, para dejar en claro entre sus fieles, que ella no miente ni ofrece ilusiones o vanas esperanzas. Con ella la cuestión de la vida y la muerte es serio. Su palabra vale, lo avala a través del ejercicio constante de sanaciones, mensajes sencillos y claros para todos.

Hace olvidar el culto a Zurimi (una diosa irresponsable) y a los zynits por igual. El templo que se erige a una velocidad trepidante, servirá para el culto dedicado a ella. Los preceptos se dicen libremente y se establecen como norma y ley. Hay que apedrear al enemigo, a los priestes, la libertad de culto no será libre, sino la imposición de uno solo. Los zynits deben ser exterminados, nadie deberá tener entre sus manos el libro del Zuhit, que señala adorar al dios Zin Uru y maltratar a las mujeres como les viniera en gana. La palabra es revelada a través de una pordiosera, se le manifiesta entre sueños y se vuelve predicadora del nuevo culto. Su nombre ya no es Dinah, para aquellos pocos que la reconocían, sino ahora es Zhaba, entre sus miles de fieles, que lo dan todo por ella. Es considerada la nueva profeta del siglo, la de las respuestas adecuadas, la protectora de las mujeres. Han matado al dios Zin Uru. Corre sangre en las calles, pero no diremos nada más al respecto.

Las donaciones para erigir el nuevo templo, cubren por completo su construcción y manutención. A nadie le interesa el relato de la diosa encerrada en una botella de piedra magnetita que luego de siglos, fuera liberada por un peregrino, al que por error se le cayó y rajó la botella.

Lo que nadie sabía al respecto de ese relato, y mucho menos Zhaba, que Zurimi, al verse liberada, necesitaba cobrar víctimas para recuperar el tiempo perdido y su estado como diosa, volverse materia densa. El caminante fue su primera inmolación. Luego vendría una caravana, en el que ninguno de los camellos y peregrinos que los guiaban se salvó. Con una plenitud lograda, en los alrededores entrevió la situación de los zynits, las mujeres en un estatus de esclavas oprimidas y Zhaba husmeando en los altos de un ziggurat aquella noche en que se le metió entre sueños para comunicarle su nuevo rol de profeta. A la par, escuchó desde las lejanías una extraña invocación. Si no fue por curiosidad, acudió al llamado de un mago llamado Sabinarrosa, quien se encontraba en el otro extremo del mundo.  

Invócame, y juntas haremos esos discursos para vencer a los zynits, borrarlos de la faz de la tierra. Invócame y ahí estaré. Te llamarás Zhaba y olvidarás tu nombre antiguo de Dinah. No es casualidad este nombre escogido para ti. Belkis logró en su tiempo vencer al sifilítico y estúpido Zalomón. Ahora serás tú contra la estupidez de una masa de hombres. Te odiarán por traer el cambio absoluto, hacerles ver la caducidad de sus tradiciones y lo obsoleto de sus preceptos. Nuestro momento llegará a pasos agigantados.

Zhaba exige más poder, pero no recibe eco ni respuesta de una diosa irresponsable, que falta a sus citas programadas. Que no le transmite nuevos mensajes. La profeta cambia su papel. Es una profeta revelada y rebelada. Ordena construir el templo del cual se apoderará. Solo ella sabe hasta qué punto han contribuido a su obra los zinguruts Hanut y Manut. Gracias a ellos se ha erigido de mayor poder, fama y alcance.

Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa.

Pero no es la diosa Zurimi. Es la nueva profeta revelada: Zhaba. 

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