domingo, 3 de marzo de 2019

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Se dice que el sello o la marca de la profecía es un signo marcado (un lunar o una cicatriz) entre los hombros, el cual todos los profetas sin igual, lo habrían tenido, en algunos más pronunciado que en otros. En el caso de Zhaba, era un lunar en forma de islote o de cañón, apuntando hacia el hombro derecho. Apenas si podía verlo, pero la marca estaba ahí, era palpable. A Zhaba le correspondía ser, de ahora en adelante, la profeta de una diosa cuyo nombre aún desconocía. 

Hay profetas de todo tipo. Aquél veía proyecciones de un futuro ilusorio, mientras le daban arcadas de náuseas y tenía esas visiones vomitando. Aquella abuela casi ciega, predecía sobre edificios metálicos del futuro que se verían bien alineadas, pese a que ella nunca ha visto una construcción similar en toda su vida. Incluso ha predicho sobre sucesos que ocurrirán hasta el año 5000, despertando suspicacias sobre sus predicciones, con respecto de la humanidad entera.

Aquél otro predecía con la corteza quemada de los caparazones de tortugas muertas. Alguno veía en sueños, lo que iba a ocurrirle al día siguiente o a los dos días. 

Aquél se inspiraba luego de oler fuertemente un ramo de rosas, se decía que era el aroma oficial del Arcángel Shamuel. Partiendo del recuerdo frecuente de ese aroma, podía ver algunos sucesos del futuro, e incluso del pasado de la persona que le trajo el ramo. 

Aquella muchacha tenía frecuentes zumbidos agudos en el oído izquierdo, señal que tenía una ligera crisis de tinnitus. Cuando sonaba el zumbido, se concentraba en aquellas imágenes geométricas tan coloridas, que le indicaban lo que tendría que hacer de acá a un mes o a los tres meses. 

Aquella madre mientras cantaba, entraba en trance y veía chispazos inmediatos de incidentes que ocurrían en una hora o dos. 

Una vecina suya recurría a una estratagema aprendida: amarraba con un pabilo entintado de rojo un poco de algodón recién recogido (y si no había, lana de oveja recién trasquilada) y luego lo quemaba todo. Con ayuda de unas pinzas, sostenía el algodón o la lana y de entre las cenizas, veía algunos signos proféticos. 

La profecía, como se ve, no es exclusivo de una región o de una cultura, solo que es un tema que no se aborda ampliamente, menos si se publica y estudia en ámbitos académicos. Apenas encuentras un paper o un ensayo como estudio antropológico, y más como un tema desencantado tocado de manera somera, por algún teólogo o pastores y feligreses de alguna secta.  



Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa. 

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