viernes, 8 de marzo de 2019

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Ellos debían tener un seguro astral para evitar a los psicopompos. Pero ya lo habían hecho, no una sino varias veces. El alma de Henri en el cuerpo de Julia, mientras era invadido por ella, el alma de Julia, cuando intercambiaban de cuerpo. Henri sentía tantas cosas nuevas dentro del cuerpo de su novia. Julia no podía decir lo mismo, pero se sentía muy ligera al no llevar los dolores de senos. Ambos representaban el ideal tan ansiado por siglos: el amor hermafrodita, donde comparten y disfrutan los mismos -recalco: los mismos placeres-. Solo que no eran hermafroditas, sino mitad de almas gemelas, experimentando el intercambio de almas, desde unas horas previas al enlace carnal.

Explicar el proceso de la transmigración es largo de detallar, y hasta complicado al usar términos complejos derivados de la alquimia y el new-age especializado en este rubro. Desde luego que todo se basaba en práctica constante y no lo que dijera un grimorio o un manual para dummies. Pero lo de ellos era intenso. Eran el convencimiento total que no había ningún cielo y ningún infierno, se atrevían a gozar plenamente, según en el cuerpo que estuvieran, mientras lo pasaban bien -a su manera-.

Quien experimentaba mucho mejor el cambio de cuerpo era Henri, podía lidiar con las múltiples sensaciones novedosas para él. Julia no estaba muy convencida de la mudanza, menos alcanzar una plenitud inmediata y reducida, lo que dura la combustión de un fósforo que se apaga al instante. Pero librarse por unas horas del dolor de espalda, derivado de una tenue escoliosis por la que lidiaba por varios años, era más que meritorio.

El intercambio de roles los llevaba hacia un nivel muy sublime, de los que probablemente fueran los pioneros en alcanzarlo (no se sabe con certeza de algún tratado de medicina china donde estuviese mencionado la misma precisión de la transmigración que experimentaban ambos). No requerían el recurso de jarabes o brebajes alucinógenos. Lo de ellos era demasiado intenso, jamás alcanzado por una cota elevada de aquellas parejas que experimentan la vida al máximo, sea viajando o probando experiencias fuera de lo común.

Lo que buscaban era iniciar a una tercera o a otra pareja, en estas artes de los viajes astrales y el intercambio de cuerpos, mediante las transiciones de la transmigración entre "cáscaras" o los cuerpos de los amantes. Estaba por verse. No era fácil buscar a alguna pareja con esas características. Menos publicarlo en un pasquín de reducido tiraje que contara con avisos de contactos y citas. Debían usar otra manera. Pero lo encontrarían: la intuición es un camino y derrotero muy optimista para lograrlo. 

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