miércoles, 13 de marzo de 2019

1

¿Quién eres, Sabinarrosa? ¿Quién eres tú? ¿Qué representas bajo la carta de La inspiración? ¿A quién le debes, a quién rendirle pleitesía mediante la aparición de una entidad luego de hacer la tirada de las cartas? Cincuenta y dos, diecinueve, cuarenta y tres, veintitrés y catorce. ¿Quién eres? Los números no engañan, no es la lotería, pero fue la llave de la invocación para que se te presentara a pocos pasos de ti, eso que no era el ectoplasma de un fantasma, sino algo más sólido, más denso que el humo de incienso. Era ella. La representación de la carta de La Inspiración. Lo que esperabas desde hace meses, Sabinarrosa. El contacto con un aliado, con una entidad del astral. Pero ella no venía de esos lares. Su presencia era sólida y nítida. Dos minutos de silencio absoluto. Apenas si se miraban. Tú, Sabinarrosa, no sabías qué hacer luego de haberla invocado. Parecías uno de los tantos alumnos del profesor Jaún Weori: hacen demostración y gala de sus ciencias esotéricas, pero luego se olvidan para qué las realizan o por qué invocaron a un maestro ascendido, con las justas decirle hola, quedando en el completo ridículo. No eres tú, Sabinarrosa. Era ella. No se asemejaba a una hurí y mucho menos a una efrit. Dos minutos que se hicieron eternos, hasta que ella decidió llevar la voz cantarina. Quizás viera tu aura o lo que fuera, Sabinarrosa, que por fin te hablara, cual si ella, envalentonada, te invitara a bailar. No, ella solo sonríe. Pero tú la escuchas. ¿Telepatía, fuerte y claro? ¿Lenguaje mediúmnico no gestual? ¿Se mandaba al carajo la semiótica entera de Saussure esto de hablar sin usar las cuerdas vocales, el referente se hacía trizas contra la idea causal y no había emisor-receptor-canal y otras candilejas que se aprenden en una sesión olvidada de lingüística? Pero, ¿con quién tratas Sabinarrosa, y te gusta estar en problemas, siempre? 52-49-43-64-66. El día y la hora es lo de menos, más importan los hechos, lo que se desencadena hacia atrás, como los pasos de un cangrejo, que, mirando el futuro, avanza hacia el pasado. Acá olvídate de los designios de los dioses y el destino: a quien invocaste se sale de toda explicación lógica. Pregunta del momento: ¿por qué no se refleja ella en el gran espejo que tienes a un lado de la sala?

martes, 12 de marzo de 2019

2

Su nombre era difícil de pronunciar, la aproximación era un sonido similar a Surimi, Nurimi. Sabinarrosa se quedaba en silencio, la contemplaba, se daba cuenta que ella le intimidaba desde que se presentara en su sala, donde solía hacer sus estudios esotéricos. Tantas preguntas que se le ocurrirían al toparse con una entidad, se prometía llegar a la verdad absoluta o a la verdad profunda. Cuando por fin, luego de tanto tiempo invocando una otra vez, tuvo la oportunidad de verla aparecer tras una tenue y fugaz humareda, se quedó en blanco, sin ganas de preguntar. Toda respuesta ya la sabría de antemano, no valía la pena hacer preguntas fútiles que incomodaran su presencia. Creía estar en un umbral donde no había nada para decir sino solo contemplarla, estar en paz al lado de esa entidad.  

Pero una entidad también se desespera, si ha sido invocada es para ser de utilidad en algo, para revelarle los misterios profundos que esconde este vasto universo. Un diálogo mudo no conduce a nada, si no hay un propósito firme cuando se invoca energías, fuera de toda explicación que rompe con la física demostrable. Nurimi, o Surimi, rompió la barrera del silencio y le introdujo a un diálogo mediúmnico o telepático. La conversación fue más fluida, sin restricciones de gestos corporales y medias verdades que uno mantiene en salvaguarda, cuando habla con otro ser humano. Sabinarrosa, si bien era un novato conversando con una diosa, era muy versado en temas desconocidos y eruditos, por encima de un alumno de la escuela de Jaún Weori. No hablaban con palabras, sino con ideas. Las imágenes que compartía la diosa a veces formaba picos de excesiva información para Sabinarrosa, que, de no saber regular su respiración, haciéndola profunda (aprendiz de meditación yoga), pudo sentir náuseas o vomitar, como sucede en toda mareación.   

Surimi percibió eso y decidió salir de su mente. Sabinarrosa controló más su respiración, estuvo al borde de un ataque de pánico. Se paró y tomó agua de una jarra. La escuchó. Surimi también hablaba. Su voz era cantarina y afinada, agradable. Se acercó a la mesa donde tenía extendidas las cartas del tarot egipcio. Se sorprendió al ver que casi toda su familia estaba retratada en esas láminas coloridas, algunos con sus nombres mal escritos. Sabinarrosa le explicó todo el lento proceso de creación del tarot egipcio, que partía desde las láminas del tarocchino, pasando por el de Marsella de Camoin, revisado por Eliphas Levy, quien creó el tarot de los bohemios incluyendo símbolos judíos, o el tarot de Rider-Waite, con una simbología distinta al de Marsella y se sigue usando hasta la actualidad, entre otros, hasta llegar al que publicara la editorial Kier de Argentina, cuya autoría es aún desconcertante y desconocida, por elaborar el tarot definitivo y más completo. Sabinarrosa le explicó que mediante el tarot se predecía el futuro. 

¿Predecir el futuro? Es poca cosa, reaccionó Surimi. Le dijo que no tenía sentido que su familia apareciera en esas ridículas láminas, siendo ella la hermana menor de Ma'at. Ella cambiaría el curso del destino. Sin despedirse, se desvaneció de un momento a otro. Sabinarrosa se quedó intrigado, no pudo sonsacarle más información de aquel primer encuentro con Surimi. Estaba solo. Pero le asaltaban las dudas. ¿Era ella una divinidad tal como se anunció? ¿Quién era Ma'at? ¿Qué quiso decir con lo de cambiar el destino? ¿De donde vendría ella? 

lunes, 11 de marzo de 2019

3

Encarnación Sabinarrosa publicaría en 1957 un cuadernillo escueto sobre las prácticas intensas y vividas en la proyección astral. Un cuadernillo que fue replicado (sin permiso del autor), traducido al francés por Jeuyle y divulgado (sin el derecho de pago respectivo por propiedad intelectual) en varias bibliotecas personales que congregaban material esotérico. Sabinarrosa, al comprender que dicho cuadernillo no levantaba suspicacias en Montevideo ni en el reducido círculo académico en que se desenvolvía, se desentendió del tema y se dedicó de lleno al estudio del tarot (egipcio) y hacer una comparación hermenéutica con la baraja española. Sus conclusiones eran evidentes: una mayor simbología se concentraba y encontraba refugio en los 22 arcanos mayores, en tanto que en los restantes 56 arcanos menores, eran secuencialidades, detalles expresos o reflejos de espejo debidos a los arcanos mayores. 

El tarot egipcio era una réplica del tarot de Marsella que se creía perdido (Janowsky y Acosta lo rescatarían para la posteridad, allá en la década de los 90s, luego de un sesudo estudio detallado sobre todos sus símbolos, encontrados durante la restauración digital de cada arcano). Del tarot egipcio original, no se tendría noticias de cómo era; la reproducida por la editorial Kier era apenas una recreación, una idealización sobre la de Marsella, una evolución de la entregada por R. Falconnier a sus adeptos, quien decía que estaba basada directamente del "Libro de Thot", el precursor de lo que hoy en día lo conocemos como tarot (su origen sigue incierto). En cuanto al de Marsella, se conoce desde el siglo XI una copia, el cual se la ha considerado como una fuente recurrente que prevalece hasta hoy en día (aunque un historiador de arte italiano quiere reconocer, a toda costa, del origen primigenio del tarot como cosa italiana y no francesa o de otra denominación de origen).

Sabinarrosa no quería terminar como su idolatrado Fulcanelli, el esotérico misterioso que apenas pergueñó dos libros. Es más, no quería ser un desconocido Fulcanelli, ad portas de lo que se avecinaba: la era de Acuario, donde la sabiduría del Himalaya, de madame Blavatsky y de todos los grupos esotéricos, se desplazaban geomagnéticamente hacia los Andes, en el continente sudamericano, donde confluirían las fuerzas energéticas del Cóndor y el Halcón, el cual se irían concentrando ambas energías que requerirían un ritual de curación a principios del siglo XXI. La gran cicatriz, que representaba el Canal de Panamá, ese tajo antinatural practicado a un gran continente, debía ser sanado por los shamanes, aquellos hombres de gran sabiduría de la naturaleza, tanto del norte como del sur, para lidiar con los rituales de ambos lados y hacer fluir la inmensa energía concentrada. Sería una cita sin precedentes, para ese entonces.

A Sabinarrosa le fastidiaba un tema en esencial: cómo era que el Tarot Egipcio estuviera cargado de mayor simbolismo y elementos a tres niveles distintos integrados en una misma lámina, a diferencia del tarot de Marsella, que apenas tenía un solo nivel semiológico. Ahondando en un libro de Acosta, se topó con otro tema, ligeramente alejado del tarot, que quizás no tuviera nada que ver y estaba ahí por puro relleno (como suele pasar con el 90% de las monografías dedicadas al esoterismo poco serio y sin una base de estudio). Lo de la muerte del arquitecto Hiram, a cargo de dos o tres ineptos y brutos obreros (llamados Jubelo, Jubela y Jubelón), no se debía exclusivamente a costa de no develar un secreto iniciático. Sabinarrosa se había soplado hacía unos meses atrás, dos mamotretos que querían asegurar que la masonería tenía orígenes egipcios, cuando eso no es así, por más que quieran retorcer el sentido de cada estudio monográfico que surge con ese título. La muerte de Hiram siempre tenía un ápice de absurdo y de sin sentido. ¿Por qué matar a un hombre sabio, si estaba en medio de la construcción del templo? ¿Qué otra cosa pasó, que no lo cuentan en cada monografía (pese a sus yerros) que sale publicada o reseñada en el Magister Reviews, que hace parecer una historia muy tonta, acaso un cuento griego para niños? 

Sabinarrosa se encontraba estudiando el capítulo dedicado a la Papisa (Jean o Johannem faeminam) cuando un texto salvaje apareció: la muerte absurda de Hiram tenía una explicación si es que se lo retomaba desde lo sentimental. Bilkis o Belkis, la famosa reina de Saba, dedujo que el arquitecto Hiram dominaba más conocimientos que el vago irresoluto de Salomón, a quien sólo lo conocía de oídas y a través de regalos impersonales y que tenía fama de sumar mujeres a su harén, como quien colecciona figuritas para su álbum. Era lógico: en tierras de la reina de Saba, que ella terminase hechizada por el iniciado Hiram y que surgiera un apasionado y tórrido amor, hizo enfermar de celos al inepto, poco sabio y charlatán hasta la médula, tonto como un alcornoque y hasta sifilítico rey Salomón.

Al haber integrado el ingrediente de la pasión, se explica por qué murió Hiram, cuando no terminaba la obra en ejecución (un templo más de otros tantos). Los asesinos, conocidos en plural como Juwes, se integraron como parte de una leyenda alegórica, de los cuales habría dos mudos testigos, las columnas Jaquim y Boaz (una jónica y otra dórica). La relación Belkis-Hiram encendió más que iras de un minusválido mental como Salomón, ya corrompido con el paso de los años, su harén (según él, incompleto), vuelto materialista y con los síntomas avanzados de la sífilis. De Belkis nacería Menelik I, más hijo de Hiram que del malogrado Salomón. Lo de Belkis-Hiram trascendería más allá de la muerte. Se supo que años después, se presentó en la corte de la reina de Saba un joven, quien sin muchos aspavientos, cayó rendido en los brazos de una Belkis ya mayor. Ella lo reconoció sin mediar palabra alguna: era Hiram, transmigrado y luego de haber traspasado las barreras del más allá, para volver a los brazos de su amada Belkis.     

domingo, 10 de marzo de 2019

4

¿Quién eres? 52-49-43-64-66 ¿Quién era esa diosa que acudió a tu aviso? 52-49-43-64-66 Te lo digo desde el principio de hoy y los tiempos venideros: evita a los de Draco, no te irá nada bien aliarte con ellos, no te metas en el lío. Se están cometiendo tantos crímenes en su nombre. Pero de eso no debes preocuparte: suceden en un lugar lejano y árido, donde no llegan las noticias con regularidad y todo es caos, día tras día.

La muerte es insuperable, sobre todo para los que estamos acá. A los que se van, no les interesa volver o saber de este mundo: retornan a la memoria olvidada de lo que fueron, son y serán. Invocar a alguien me parece una estupidez volitiva y más, si lo haces con el signo de Júpiter con las piernas genuflexionadas como si te asemejaras a Le Pendu, el colgado del tarot de Marsella.

Júpiter era una masa inerte de un planeta sin vida. 52-49-43-64-66 Cincuenta y dos cuarenta y nueve cuarenta y tres sesenta y cuatro sesenta y seis. Que ella se presentara como la menor de Ma'at pudiera ser invención original. ¿Cómo sabes si era ella realmente? ¿Y si acaso fuera un espíritu del Bajo astral que esté jugando contigo? Es que te metes en cada lío. Cincuenta y dos cuarenta y nueve cuarenta y tres sesenta y cuatro sesenta y seis. Involucraste a los fraternii colombianos. Dos de ellos morirán, o murieron por causa tuya, cuando cerraron el portal,  permitiendo la huida de los de Draco. 


Te vuelvo a preguntar: ¿quién eres Sabinarrosa? ¿Quién eres? Cada paso que das, generarás caos. Cincuenta y dos cuarenta y nueve cuarenta y tres sesenta y cuatro sesenta y seis. Pecaste de ingenuidad entrando a ligas mayores, donde las fuerzas no son de esta naturaleza. Sesenta y seis sesenta y cuatro cuarenta y tres cuarenta y nueve cincuenta y dos. Tienes suerte que no te conocerán los zinguruts ni te ubicarán. No te corresponde, todavía, saber qué pasará con todas las almas que cruzaron el segundo portal. Los de Draco tenían intenciones oscuras, caíste junto con los fraternii ¿Quién serás, Sabinarrosa? Materia eres, trasciendes, pero encontrarás un juicio pendiente sobre tu cabeza (es un decir) por los 280,000. No eres genocida, no adquiriste los 1,000 de Saúl el rey o los 10,000 de David versus Goliat. Lo tuyo no tiene comparación: 280,000. Algo tendrán que hacer los de arriba, si es que te permiten reencarnar de nuevo, Sabinarrosa. 

Despiertas agitado. Recuerdas en medio del sopor una región árida y lejana. Se cometían muchos crímenes, la mayoría de ellos inexplicables. Escuchaste a los lugareños mencionar sobre ángeles de la muerte (no precisaron cuántos rondaban). Luego de poseer el cuerpo de una persona, ésta moría irremediablemente. Recuerdas a Surimi. Recuerdas, en especial, un detalle en forma de pregunta. ¿Puede una diosa no verse reflejada en un espejo, más si en la preparación de segunda superficie, en la aleación de plata hubo amalgama de estaño como azogue sobre el cristal transparente? Un espejo de Venecia, reflejaba nítidamente todo lo que estaba al frente, pero ella no aparecía del otro lado del cristal.

sábado, 9 de marzo de 2019

5

Serían las tres de la mañana, cuando despertaste sobresaltado por tener un supersueño, de esos que duran apenas un segundo cuando cabeceas y ves tanta información, que despiertas sobresaltado. Repasabas una lectura sobre mitología egipcia el cual ni avanzaba en tu investigación. Esa noche habías contactado por primera vez a Surimi. Andabas incómodo, con dudas mil y todo eso que viste en el supersueño. Te acordaste del espejo tiznado de hollín. Una forma de ver o intuir el futuro es la catoptromancia. Luego de unas prácticas necesarias, sentarse ante un espejo negro (mejor si es de obsidiana, para no depender del tizne que se desvanece o se raya mientras pasan los meses) se considera todo un ritual, que requiere mucha asimilación de lo que se verá, no apto para medrosos. 

Inducido por la visión de apenas un segundo, vislumbraste las mismas imágenes del supersueño. Pero esta vez consciente, como un espectador, con mayor detenimiento. Viste aquellos parajes áridos, gente que caía al suelo para no levantarse más. Sin saber el idioma de la zona, intuiste, como en el sueño, que se hablaba de los ángeles de la muerte (¿cuántos eran?). Algunos huían desarrapados hacia la incertidumbre del horizonte. Otros, presos del pánico, no sabían hacia dónde dirigirse. Una fuerza, que dejaba de ser invisible por  momentos, se iba apoderando de aquellos cuerpos para dejarlos sin vida, luego de unos ataques convulsivos. En medio de esas tierras lejanas, no eran nadie, no eran nada. Aquella fuerza se asemejaba a un remolino de harapos y humareda gris. Hasta que escuchaste ese grito desgarrador, mientras se ennegrecía el paisaje. No de una, sino de varias almas al unísono. Podían verte, Sabinarrosa, clamaban por tu aura o tu brillo, por eso te perseguían. Pero tú no veías nada. Pedían tu luz, 
para salvarse ellos o para hundirte. 

Decidiste salirte de aquella absorbente visión del espejo negro. No estabas solo, alguien más vió lo mismo que tú, eso es lo que percibiste, pero no podías reparar quién era o qué. El día clareaba. ¿Cuánto tiempo habrás estado inmerso en esa pesadilla? Nunca se sabe con el Bajo Astral. Con las fuerzas misteriosas no se juega, si te atrapan, no hay forma que te liberes, sino con un pacto de sangre o álmico. El espejo tiznado era un portal que requería voluntad para activarlo. Y mayor fuerza para cerrarlo, sino te verías en problemas, si dejabas pasar algunos espíritus. Estabas inapetente para el desayuno. Muchas dudas rondaban en tu cabeza, a la luz de lo que viste, Sabinarrosa.  

viernes, 8 de marzo de 2019

6

Ellos debían tener un seguro astral para evitar a los psicopompos. Pero ya lo habían hecho, no una sino varias veces. El alma de Henri en el cuerpo de Julia, mientras era invadido por ella, el alma de Julia, cuando intercambiaban de cuerpo. Henri sentía tantas cosas nuevas dentro del cuerpo de su novia. Julia no podía decir lo mismo, pero se sentía muy ligera al no llevar los dolores de senos. Ambos representaban el ideal tan ansiado por siglos: el amor hermafrodita, donde comparten y disfrutan los mismos -recalco: los mismos placeres-. Solo que no eran hermafroditas, sino mitad de almas gemelas, experimentando el intercambio de almas, desde unas horas previas al enlace carnal.

Explicar el proceso de la transmigración es largo de detallar, y hasta complicado al usar términos complejos derivados de la alquimia y el new-age especializado en este rubro. Desde luego que todo se basaba en práctica constante y no lo que dijera un grimorio o un manual para dummies. Pero lo de ellos era intenso. Eran el convencimiento total que no había ningún cielo y ningún infierno, se atrevían a gozar plenamente, según en el cuerpo que estuvieran, mientras lo pasaban bien -a su manera-.

Quien experimentaba mucho mejor el cambio de cuerpo era Henri, podía lidiar con las múltiples sensaciones novedosas para él. Julia no estaba muy convencida de la mudanza, menos alcanzar una plenitud inmediata y reducida, lo que dura la combustión de un fósforo que se apaga al instante. Pero librarse por unas horas del dolor de espalda, derivado de una tenue escoliosis por la que lidiaba por varios años, era más que meritorio.

El intercambio de roles los llevaba hacia un nivel muy sublime, de los que probablemente fueran los pioneros en alcanzarlo (no se sabe con certeza de algún tratado de medicina china donde estuviese mencionado la misma precisión de la transmigración que experimentaban ambos). No requerían el recurso de jarabes o brebajes alucinógenos. Lo de ellos era demasiado intenso, jamás alcanzado por una cota elevada de aquellas parejas que experimentan la vida al máximo, sea viajando o probando experiencias fuera de lo común.

Lo que buscaban era iniciar a una tercera o a otra pareja, en estas artes de los viajes astrales y el intercambio de cuerpos, mediante las transiciones de la transmigración entre "cáscaras" o los cuerpos de los amantes. Estaba por verse. No era fácil buscar a alguna pareja con esas características. Menos publicarlo en un pasquín de reducido tiraje que contara con avisos de contactos y citas. Debían usar otra manera. Pero lo encontrarían: la intuición es un camino y derrotero muy optimista para lograrlo. 

jueves, 7 de marzo de 2019

7

¿Hay algún lugar, en el mundo, donde respeten a las mujeres, las hijas de Isis, de Ma'at? Donde son esclavas, servidoras de sus amos, tratadas como objetos, residuos, peores que la escoria, clamando tantas veces ellas en silencio o en sollozos, la desgracia de haber nacido femenina, de ser abusadas, explotadas, hacerlas trabajar hasta la extenuación y la inanición. Aguantar las pataletas, cargar hijos como el castigo más irreprochable, no poder librarse de las pesadas cargas, estar encerradas o no poder comadrear, aguantar las tantas infidelidades o los discursos ridículos de fidelidad declarada, pero que a la larga son tantísimas las rayas de la hipocresía, el callar andando ante los insultos, el no poder manifestar su corporalidad ligero de ropas o pieles, asumir para toda la vida el rol de sumisas sin derecho a chistar, reclamar, reir o incluso llorar demasiado fuerte, para evitar los apaleamientos o más días de encierro. 

A Dinah la echaron a la calle de un momento a otro. 

Los doctos hombres, son esclarecidos religiosos llamados zynits. Predican y leen la palabra del libro sagrado llamado el Zuhit. Todo lo que ordena el Zuhit es acatado sin modificar nada. Si dice a, b, c, y d, no hay e, f, g o h. Solo a, b, c y d. Si no, se aplican cláusulas prácticas por desobedecer la palabra sagrada y generar rebelión o herejía ante lo divino. Entre sus preceptos, inventados por cierto, no está visto como malo maltratar y tratar a la mujer como poca cosa, sino como un aliciente a que desempeñe su rol de sumisa. Los zynits son fuertes. Cada martes, o tercer día de la semana, practican el ayuno, deben dejar sus trabajos e iniciar el peregrinaje hacia el ziggurat más cercano, donde se hallan reunidos desde las primeras horas del día, los demás hermanos zynits. No se admite a ninguna mujer en esos torreones de piedra y barro seco, construido lejos de las poblaciones para adquirir un tinte de lugar sagrado. Los rituales son simples, donde el resto del día se echan a dormir en los descansos, comentar algunos pasajes del Zihut, comer frugalmente y esperar a que se esconda el sol, cuando se hace el último de los rituales y la mayoría de los zynits retornan a sus hogares, donde se supone les espera la cena recién servida y los servicios de su criada-esposa-esclava.

Dinah pasaba hambre y las inclemencias del día soleado, sin agua, vagabundeando sin rumbo fijo.

¿Todos se van de los ziggurats? No, apenas se queda un reducido círculo de priestes, mal llamados sacerdotes, porque el celibato o la santidad ni les va, ni conjuga con ellos. Son aquellos que deciden las reglas y nuevas disposiciones de la población sobre la cual detentan el poder. Lo que se repite una y otra vez hacia el futuro: jamás hubo enlace divino entre los dioses y los hombres, para temas de dirección de política y castigos. Ese infierno lo imponen los propios hombres, faltos de afectos, cariño y misóginos en toda su regla. Los que se quedan en la cúspide del ziggurat han de iniciar a la hora precisa, una serie de rituales nocturnas, del cual nada se conoce. Sus oscuras intenciones surgen en estas reuniones.

Dinah, por cuestiones del infortunio, fue arrastrada al ziggurat más cercano. El hambre le carcomía por dentro. Esperanzada que luego se retiraran los priestes, encontraría algo de comida o lo que fuera. 

Los ziggurats apenas contienen una explanada en lo alto, y las graderías que tapan la ridiculez del montículo. Los zynits los construyeron a propósito, para establecer cercanías con sus dioses, de lo cual uno de ellos fue el autor original del Zuhit. Para hablarse de tú a tú con ellos, había que construir una plataforma de mayor altura, para estar en contacto con las estrellas. Aquellos priestes, los cuales podía ver Dinah, escondida entre los matorrales, ejecutaban un ritual que no tenía cuando terminar. Apenas si escuchó unos quejidos, un golpe seco y algunas oraciones que no cesaban durante la operación. A los alrededores no había nadie más. Solo ella, escondida en la espesura de las plantas, y los priestes, en lo alto del ziggurat que parecían estar cortando algo. Las horas avanzaban, la luna en creciente, cuya luz era débil, iba acompañada de las extrañas formaciones de algunas estrellas fijas, que se movían en otra dirección.


Dinah fue echada a la calle, la acusaron de un robo que no cometió. Le tenían ojeriza desde hace tiempo, encontraron la excusa para arrojarla sin sus pertenencias. Y ¡hala!, la tienes ahí espiando en busca de comida.

Debido a la larga espera, se le entumecían los músculos de sus piernas y adoptaba una nueva posición vigilante. Sintió pasos, señal que bajaban aquellos hombres. Esperó un rato por precaución, no fuera que uno de los priestes regresara por si se olvidó de algo. Subió con cuidado la escalinata, la poca luz de la luna la guiaba en sus pasos. Cuando subió a la explanada, no encontró fruta o migas de pan ázimo. Apenas divisó algunas vísceras y manchas de sangre. Decepcionada, vio un misterio revelado, pero sin entenderlo. No se sabía con certeza qué ocurría en lo alto de los ziggurats, era un secreto mantenido a medias. El trote de subir con miedo el ziggurat, sabiendo que es lugar prohibido para mujeres, más la angustia de no encontrar algo qué comer, la hicieron rendir sus fuerzas y dormitar lejos de aquellas vísceras. A la mañana bajaría y buscaría comida en otro poblado, caminar por el desierto de noche era exponerse al peligro.    


miércoles, 6 de marzo de 2019

8

En el tarot de Marsella ocurre un asesinato. Ocurrió y siempre ocurrirá el inevitable asesinato del Emperador. El problema es que condenan al personaje equivocado: la lámina de Le Pendu o El Colgado, insiste que es inocente y que ha sido injustamente condenado a estar colgado por un acto que no cometió. Quienes mataron al Emperador se trata de una pareja, no uno solo. La carta de la Muerte, la que aún lleva tiras de carnes en su fisonomía, enojada indica quiénes son los dos culpables. Pero la carta de los Enamorados confunden la revelación. Lamentablemente, este mundo está muy emparentado con la relación Tanatos-Eros. Genera una fuerza de crispación que confunde la correcta lectura del asesinato que, todavía está por cometerse, en una fecha incierta del medioevo.

El tarot es la máquina de imaginar, el artefacto que perdurará por los siglos y que guarda demasiada simbología. Algunos aducen que elaborar un tarot propio, iría más acorde a su forma de trabajar y leer, sea el pasado o el futuro. Por eso es que hay tantos nombres de autores como tarots sea posible: el de Visconti-Sforza, el de Eliphas Levi, el impreso en Marsella, el de Papus y el de Rider que fuera impreso por Waite con las ilustraciones de la artista Colman, el de las hadas, de los dragones, entre otros más modernos.

Pero lo cierto es que el tarot no sirve solo para predecir el futuro (poca cosa), cuando en verdad tiene otras potencialidades, aún latentes, aún desconocidas del todo. Leer el tarot como si fuera un libro, es entender el significado profundo que encierran las láminas: el mensaje solo para iniciados, así como el Fausto de Goethe, La flauta mágica de Mozart o Las bodas alquímicas de Christian Rosenkreuz. A pesar de las variaciones entre un diseño y otro, del orden de los personajes entre un tarot y otro, el mensaje prevalece y nos narra una historia que perdura con el paso de los siglos.

La muerte del colgado (Le Pendu) no es sino una metáfora, ¿la muerte del ego quizás? Pero si entreviéramos, donde parece que estuviera colgado, es en realidad un féretro en el que es transportado. En el aire o entre dos columnas, es un transporte hacia otra fase de su vida.

En el caso de la torre que es atacada por un rayo superior, se nos habla de un hecho inminente, del cual no hay mayores noticias. Apenas si sobreviven los hechos en la lámina. Una fuerza exterior busca o pretende destruir la torre, hundirla, aún a costa de quienes lo construyan o la cantidad de personas implicadas en su elaboración. La pregunta es: esa fuerza, que viene de arriba, ¿qué refleja? ¿por qué aniquila y hace volar por los aires a dos obreros? ¿qué es lo que pretende destruir?

martes, 5 de marzo de 2019

9

No duermas. Despierta. Eres la indicada a quien busco. Despierta... Escuchas esa voz, con un eco lejano, distorsionada, no es propia de esta naturaleza aquella voz... Sientes un tam-tam, son los latidos de tu corazón acelerado que interrumpe tu sueño. Te habla aquella voz, dice: Mira...  53-38-61. Te vuelve a hablar: 53-38-61. Te presento esto que verás. Esto es tu pasado. Ves imágenes que no recuerdas o que no asocias contigo. Ves el fuego. Aquella luz era cegadora y siempre lo será cada vez que la evoques en tu recuerdo. ¿Recuerdas el agua fluir como un manantial sin pausa alguna? Ves la tierra, la vida misma, representación de la fertilidad. Un lugar con bastante vegetación. ¿Recuerdas este lugar? Fuiste desterrada de ahí. Ahora mira lo que harás de aquí en adelante... Veías imágenes nuevas para ti, no entendías nada, a veces te veías a ti misma y luego era otro lugar con mucha gente oyéndote, otro escenario donde te enfrentabas a un grupo de corpulentos hombres que rabiaban ante tu presencia, imágenes inconexas que marcarían, sin que supieras, tu destino... Estabas presenciando tu misión, aunque en ese entonces no lo sabías. No temas. Estoy contigo. Estaré a tu lado cuando debas enfrentarlos. Te acompañaré siempre que me invoques. Te erigirán un templo, que luego será destruido. Pero luego mandarás construir otro... No temas, todo está escrito para que se ejecute hasta donde debas llegar. Cincuenta y tres treinta y ocho sesenta y uno. A pesar de tus temores y la timidez que te caracteriza, destacarás por sobre todos y te escucharán, no cientos, sino miles. Te daré el poder de la voz, para que les reveles la gran verdad, y los dejes sordos a quienes no te entiendan... Les revelarás la real naturaleza de los zynits. Sí, cantarás a viva voz y a todos los vientos: ellos son crueles y no practican una verdadera devoción. Contra ellos cargaremos nuestros esfuerzos para reducirlos, no adoran a ningún dios, a ninguno de los que dicen formar su falso panteón, sobre los cuales ejecutan sus mandatos y ordenan hacer donde ninguna voz sagrada les indicó ejecutar. 53-38-61. Te redimirás ante quienes te expulsaron a la calle, aquellos querían desaparecerte y que murieras... Acá estoy, no te agites demasiado, lo que ves te será explicado y recordado en los días por venir... Con esta luz recibirás los primeros mensajes. Te guiaré en tus pasos. Sentirás este ligero temblor en tu brazo para que escribas, aunque no sepas escribir, sabrás leerlo. Aunque no tengas memoria de momento, lo tendrás cuando debas mantenerte firme en tus discursos y saber lidiar contra las pifias y las argumentaciones que escucharás siempre en tu contra... No temas. Eres muy valiosa para el papel que te tocará representarme de aquí en adelante. Te escogí en el momento indicado y en el tiempo adecuado. Nuestra meta será borrar de la faz de la tierra a todos los zynits. Este será nuestro secreto. Shhhh... Oyes el eco de aquella voz, los últimos ruidos desvanecerse, como estar abstraída entre el sueño y a medio despertar. Has visto demasiado y te tomará tiempo absorberlo, hacerlo tuyo y comprenderlo. El tam-tam se va relajando. Recuerda, todo esto no ha sido un sueño, he sido yo quien te habló. Confía en mi, juntas llevaremos adelante la misión que nos toca emprender desde aquí y ahora. Pero descuida, todo se dará según deba darse, te escucharán y te seguirán, tendrás fieles que te adorarán y cuidarán mucho de ti. Da el primer paso. Te guiaré desde aquí atrás... Despierta.  

lunes, 4 de marzo de 2019

10

(...) Han de encontrarlo y realizar labores junto con él, en algún punto del Lugar del Este (sic). Id sin temor hacia el sur, los caminos se están ajustando para que lleguen a la salvedad necesaria dentro de los tiempos sincronizados que les preparamos para ustedes. Sobre las labores a ejercer, se requiere una preparación especial (...)

Con amor, Xerndran.


Un mensaje canalizado en el mes de enero de un año incierto. Sería el inicio de una peripecia.

domingo, 3 de marzo de 2019

11

Se dice que el sello o la marca de la profecía es un signo marcado (un lunar o una cicatriz) entre los hombros, el cual todos los profetas sin igual, lo habrían tenido, en algunos más pronunciado que en otros. En el caso de Zhaba, era un lunar en forma de islote o de cañón, apuntando hacia el hombro derecho. Apenas si podía verlo, pero la marca estaba ahí, era palpable. A Zhaba le correspondía ser, de ahora en adelante, la profeta de una diosa cuyo nombre aún desconocía. 

Hay profetas de todo tipo. Aquél veía proyecciones de un futuro ilusorio, mientras le daban arcadas de náuseas y tenía esas visiones vomitando. Aquella abuela casi ciega, predecía sobre edificios metálicos del futuro que se verían bien alineadas, pese a que ella nunca ha visto una construcción similar en toda su vida. Incluso ha predicho sobre sucesos que ocurrirán hasta el año 5000, despertando suspicacias sobre sus predicciones, con respecto de la humanidad entera.

Aquél otro predecía con la corteza quemada de los caparazones de tortugas muertas. Alguno veía en sueños, lo que iba a ocurrirle al día siguiente o a los dos días. 

Aquél se inspiraba luego de oler fuertemente un ramo de rosas, se decía que era el aroma oficial del Arcángel Shamuel. Partiendo del recuerdo frecuente de ese aroma, podía ver algunos sucesos del futuro, e incluso del pasado de la persona que le trajo el ramo. 

Aquella muchacha tenía frecuentes zumbidos agudos en el oído izquierdo, señal que tenía una ligera crisis de tinnitus. Cuando sonaba el zumbido, se concentraba en aquellas imágenes geométricas tan coloridas, que le indicaban lo que tendría que hacer de acá a un mes o a los tres meses. 

Aquella madre mientras cantaba, entraba en trance y veía chispazos inmediatos de incidentes que ocurrían en una hora o dos. 

Una vecina suya recurría a una estratagema aprendida: amarraba con un pabilo entintado de rojo un poco de algodón recién recogido (y si no había, lana de oveja recién trasquilada) y luego lo quemaba todo. Con ayuda de unas pinzas, sostenía el algodón o la lana y de entre las cenizas, veía algunos signos proféticos. 

La profecía, como se ve, no es exclusivo de una región o de una cultura, solo que es un tema que no se aborda ampliamente, menos si se publica y estudia en ámbitos académicos. Apenas encuentras un paper o un ensayo como estudio antropológico, y más como un tema desencantado tocado de manera somera, por algún teólogo o pastores y feligreses de alguna secta.  



Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa. 

sábado, 2 de marzo de 2019

12

La eternidad de las almas. Dos que se encuentran sabrán que será para siempre. No importa la putrefacción de los cuerpos, estas dos almas se encontraron y serán una sola cuando se funden en el orgasmo divino de volverse un ser completo, de ser luz divina olvidando ser materia de barro. 

Con la inmortalidad a cuestas, dejarían pasar los siglos a su alrededor e impidiéndose mutuamente no regresar a la Fuente Original. Intercambiarían los papeles: él, Isnard, una mujer en una vida, ella, Elouise, asumiría un rol masculino, para en la siguiente generación, ella volvía a estar dentro del cuerpo de una mujer y él la buscaría galantemente, sin importar el entorno. 

Fueron lombardos antes que franceses; de éstos en pleno estallido de la Revolución Francesa y conocieron brevemente a Diderot; se fueron luego a la zona septentrional del Yukón para posteriormente pasarse a Irkust (o cuando Irkust existía, hoy seguramente reducido a una ciudad con canales); fueron peregrinos saharahui de largas caminatas en duros y ásperos entornos; fueron campesinos griegos (viviendo una miseria, pero felices); fueron turcos cuando lo de Kemal Ataturk; no fueron persas pero recorrieron todo el América del Sur poseyendo cuerpos momentáneamente (no más de dos años, coincidiendo con una matanza sistemática entre ideologías contrarias y tiempos de dictaduras); ahora seguramente asentados en Timor Oriental o Vanuatu, quién sabe de donde se desarraigarán cuando les toque la luna mortecina, anunciando el momento de dejar los cuerpos viejos para pasarse a otro nuevo, en pareja. 

Se tenían prohibido poseer gemelos o mellizos: las consecuencias en la adultez serían bárbaros. Había que huir cuando veían a los psicopompos, disfrazados como una bandada de canarios o una jauría de perros. Isnard y Elouise habían conocido tantos nombres, tantas caras, tantos lugares y sin embargo, mantenían la misma chispa, de cuando se entrevieron inmortales, el uno para el otro, el uno hacia el otro.

viernes, 1 de marzo de 2019

13

La palabra exacta no es profetismo, pero ésta ya no se hace por mandatos divinos o a través de ángeles que vienen a confundir la labor de los antiguos profetas y tergiversar un mensaje que debe ser transmitido a la humanidad entera (si tiene la capacidad de buscar, leer y entender). 

No los llamemos profetas, sino antenas, canalizadores o médiums. Apenas son portadores del mensaje. Mensajes que serán fuertes, claros y directos, sin engolosinamientos o metáforas incomprensibles, que se tergiversan con el paso del tiempo y las interpretaciones subjetivas. Las cosas como son, aunque no tan fácil de transmitir: las ideas que reciben las antenas es a través de la telepatía, con la entidad de quien reciben el mensaje. Lo problemático está en la traducción literal del mensaje, dependerá mucho del antena, que luego lo transmitirá: del mundo de las ideas, que es un lenguaje compuesto de ideas que se recaban en la glándula pineal del contacto telepático con la entidad superior, al mundo del logos o la realidad del lenguaje escrito y hablado, muy limitado por cierto.   

Surge entonces el "dilema del profeta" que lo planteamos a través de las siguientes preguntas: ¿hasta qué punto puede una persona analfabeta, estar preparada para transmitir un mensaje escrito, el cual no podrá leerlo cuando salga de su trance o contacto? 

¿Hasta qué punto puede un profeta transmitir un mensaje limpio de elementos y símbolos religiosos, que se acaten a la realidad inmediata de su tiempo y contexto geográfico en que debe ser transmitida? 

¿Hasta qué punto agrega un profeta mucho de su bagaje o cosecha propia, cuando el mensaje es incompleto o incomprensible y se genera la tergiversación del mensaje original, escribiendo así otra cosa, otro mensaje, 'firmado' por la entidad contactada?

¿Hasta qué punto puede un profeta ateo hablar y narrar un mensaje con símbolos de paz y amor, o viceversa, un profeta contagiado de mucha religión lava-cerebros y transmitir mensajes de odio, exclusión, instar a la guerra disfrazada de santa o emprender una cruzada, la sedición y otros elementos similares? 

¿Hasta qué punto podremos confiar en un profeta, si en verdad no ha recibido mensaje alguno y haya generado uno propio, para resolver una cuestión terrenal del momento y hacerlo pasar como la nueva revelación? 

¿Hasta qué punto se le puede creer a un profeta si en verdad lo que dice, ya lo haya leído de otra fuente anterior y lo hace pasar como suyo, pero transmitido por la entidad a la cual ha contactado?

¿Hasta qué punto un profeta indica pautas de odio y xenofobia para todos aquellos que no son parte de su legión ni aceptan su 'palabra', y busca hacer proselitismo de más fieles o captar más adeptos?

¿Hasta qué punto se puede diferenciar a un profeta de un esquizofrénico, siendo éste último un fenómeno estudiado con asiduidad en el campo de la psiquiatría, sindicando las dolencias de su cerebro, para declararlo enfermo y que requiere tratamiento urgente?

Las diferencias, con respecto de las antenas son abismales. 

Nunca hay una antena sola. Viene por pares. El mensaje que recibe una antena, también lo recibe otra, en el mismo lugar de reunión o en otro punto geográfico distante. 

Los mensajes, transmitidos en forma de ideas y por la vía de la telepatía, pueden ser presenciados (en silencio para no interrumpir) por otros testigos e incluso alcanzarle preguntas en el momento, para que responda la entidad (mayoritariamente alienígena, aunque también maestros ascendidos y avatares).  

Los antenas manifiestan un ligero temblor en la mano mientras redactan el texto. No siempre son imágenes, sino también un dictado pausado. Hay feedback o retroalimentación, es decir, un diálogo. 

El mensaje recibido por un antena, puede ser confrontado con otro mensaje recibido, por otra antena, o incluso más, que estuvieran concentrados y recibiendo el mismo. Por eso es importante la conexión con el internet: a través de los correos electrónicos se permite hacer una base de datos y confrontar un mensaje con otro. 

Un comunicado, mensaje o canalización no redunda en detalles impracticos: responde lo puntual, si es que se realiza una ronda de preguntas. Indica las pautas a realizar, si es que se avisa de alguna próxima actividad o un trabajo de luz o meditación en favor de una causa. 

A través de los comunicados, se recoge nueva información que hace quedar obsoleto lo ya publicado en libros, papers y enciclopedias. Incluso pone en duda, revisión y desacuerdo los viejos paradigmas que venimos arrastrando de años atrás, contra lo nuevo que se revela, que tomará su tiempo para asimilarlo. 

Los mensajes son para tomar y dejar. No forman parte de un corpus el cual debe ser reverenciado, considerarlo palabra sagrada o hacerlo parte de un ritual sectario. A quienes les llame la atención, podrán compartirlo o leerlo, pero sin incordiar o incomodar a nadie. El proceso de entendimiento y evolución lo hace cada uno desde su interior.

jueves, 28 de febrero de 2019

14

El poder de la voz es necesario para convertirse en una profeta. Más que alzar la voz, es un don para acallar las mentes y aquietar los murmullos despectivos de los zynits, entrar en sus corazones y hablarles con la verdad y el conocimiento que merecían desde antaño. Es un poder, el atributo o regalo de la diosa Zurimi cedido a Dinah. Fue un poder para los profetas de antaño, el verbo se vuelve un acto creador y sobre esta estructura, construir un futuro verbal, la palabra toma fuerza y concreta las acciones prometidas.

A través de algunos ensueños dirigidos por Zurimi, Dinah aprendió a cambiar su pensamiento de víctima y percibir que era otra, cuando empezaba a predicar en medio de una plaza abierta. Su voz se hacía potente y no bastaban más de dos minutos para estar rodeada de aquellos que iban a escucharla con una atención especial. Sintió el llamado que debía predicar cada día, cuando el sol estaba en lo alto y cuando se recluía entre las montañas.

El cincuenta y tres engloba lo que se esconde tras un resentimiento inicial: la necesidad fortuita de alcanzar la estabilidad, para luego profundizar y dedicarse de lleno a la sabiduría, proclamar mensajes sobre la lealtad, la verdad y la confianza a depositar en una nueva fe, elevar y regenerar al hombre y la mujer. El resentimiento es la semilla para renovar lo caduco y obsoleto que nos rodea. Es la pequeña revolución interna, para cambiar desde dentro hacia afuera, desde una misma hacia la masa, los nuevos adeptos. Pero si el resentimiento se guarda para uno mismo, sin exteriorizarlo, se convierte en una pústula de odio que se degenera y mata a una misma. Para englobar estos y otros conceptos, la figura mítica del Zimurgh fue escogida por Dinah, ahora Zhaba,  luego de algunos discursos, con que se haría conocida como una nueva profeta que anunciaba los nuevos tiempos.

El símbolo del Zimurgh aporta una punzante luz y la claridad necesaria, en el que abundan las nebulosas del terror, la confusión y la opresión. Es la victoria de un animal sagrado e inmaculado, representativo del bien sobre el mal. Una figura que representa también la eternidad, que se regenera sobre sus restos y vuelve a la vida, el rayo de luz, aquél por el que todas las aves van tras su búsqueda y no lo alcanzan, el portal de los nuevos cambios venideros.

Zurimi no siempre estaba a su lado. En un principio sí estuvo a su lado, para que se armara de valor y congregara a tanta gente, para comunicar su mensaje de justicia, igualdad y otros conceptos, diametralmente opuestos y ajenos al de los zynits.

Con cada nuevo discurso de Zhaba, tal como se hacía llamar Dinah, los zynits, sobre todo los priestes, avisados de la presencia de una pordiosera que se dedicaba a hablar fuerte, la insultaban de todo sin la presencia de ella, criticaban los conceptos que vociferaba y que fueran transmitidos por memoriones espías. Muchos de esos mensajes eran contrarios a lo que predicaban los propios zynits, sobre todo cuando estaba reunidos en lo alto de su ziggurat.

El arma de la nueva verdad revelada ya no hiere, la herida sangrante se regenera y la espiritualidad se alcanza a través de los primeros conocimientos sobre la profundidad de la vida y la fe. La profeta Zhaba se aseguraba de calar y sentar muy bien sus mensajes a sus nuevos adeptos, que sumaban por centenares cada vez que declamaba un nuevo discurso cerca del zoco. Quizás fuera cierto que tomara el nombre de la antigua reina de Saba, Belkis. Lo concreto es que cada vez iba adquiriendo voz y una presencia mayor: es la nueva profeta del siglo, la que da las respuestas adecuadas a la secta del exterminio como es el de los zynits, que adoran a un dios vengativo y nada divino, sino semejante a un humano que solo sabe odiar, demasiado humano, como es Zin-Uru.  

miércoles, 27 de febrero de 2019

15

La carta de la duplicidad es la representación de la vida interior, el mundo inmaterial y el infinito. El treinta y ocho es la interiorización de alcanzar la verdad eterna e inmortal. Recibiste el apoyo divino de una entidad en un momento propicio de tu vida, te preparó para ser una profeta en ciernes, misma Deus ex machina, cuando creías estar abandonada y desahuciada por la sociedad.

Ahora recibes gracias de tus nuevos adeptos, alojamiento, comida, seguridad y un pequeño espacio habilitado para ti, donde preparas tus nuevos discursos y mantienes contacto con la entidad. No tienes que irte a lo alto de un ziggurat o a la falda de un monte a buscar y revelar las nuevas profecías, sino recibirlas desde la comodidad donde te alojas y te dan de comer. Crees tener la vida resuelta, aún te emociona como ha cambiado el estilo de tu vida en tan poco tiempo, de la miseria a la holgura, cuando te preocupaba qué sería de ti cuando te echaron de la casa. 

A Zhaba le regalaban las más delicadas piezas de tela, nueva ropa confeccionada especialmente para ella por sus nuevas amigas cercanas y adeptas. La seguridad de una profeta es primordial para enfrentarse ante una cofradía de misóginos y matones. Nunca se puede esperar nada bueno de ellos. Un guardaespaldas está pendiente de ella y en todo momento la cuida cuando va a dar sus discursos al zoco. Zhaba está prevenida y muy al tanto del odio visceral que genera entre los priestes, cuando se reúnen en los ziggurats. Es una vil competencia, en el cual los zynits, abarcadores de un monopolio religioso, sienten que se les tambalea el alcance de su poder ante cada nuevo discurso de Zhaba. Entre ellos proponen desaparecerla, a como dé lugar al costo que eso implica. Otros, cambiar algunos discursos anticuados, los cuales exigían una férrea voluntad, para atraer de nuevo a sus fieles. Pero eso sería incurrir en un revisionismo, que nunca trae nada bueno cuando se trata de cambiar costumbres y menos cambiar la palabra divina establecida, ante la oposición de aquellas mociones. No son conscientes, cada vez se les escurre el poco poder que les queda entre sus manos. Sus torpes y lentas decisiones les hace perder fieles cada día que pasa. 

La profeta habla fuerte y claro, dice las cosas por sus nombres y hace ver lo absurdo de varias ceremonias y prácticas religiosas, consideradas tradicionales. No son más que imposiciones humanas, antes que divinas. Si no tienen una base o un sustento de esa naturaleza, el mensaje anuncia no hacer caso, desobedecer y no cumplir lo que mandan aquellos preceptos y ordenanzas. Escuchad a la profeta, sus nuevas revelaciones son lo que necesitan hoy en día y es para todos, sin ninguna distinción. No hay una deidad varón de otra cultura que se ocupara hasta en el más mínimo detalle, de cómo debe vestir y comportarse una mujer, de tratarla como un objeto y mercancía de pago en acuerdos comerciales. Han estado adorando a un dios misógino que desprecia a sus propios fieles.

Zhaba pregona los nuevos mensajes y designios de una deidad femenina, cual madre desvelada por sus hijos, anunciando la buena nueva. Es más fuerte que el disminuido ente masculino, ocupado solo en alabar y premiar a los hombres y excluir a todos los demás, entre ellos niños, animales y sobre todo, a las mujeres. En términos sencillos la profeta aclara varios conceptos a sus seguidores: el origen de la vida, el diario devenir de cada uno, lo que hay que guardar y como alimentarse a base de granos y cereales, el cuidado de la higiene, la salud, etc.

Bastaron algunos discursos con pocos fieles en un inicio, para que Zhaba se armara de valor. No percibía la compañía de Zurimi cuando predicaba su palabra. Era ella misma, quien tomaba las riendas de dejarse llevar y difundir nuevos mensajes y preceptos a sus fieles, los que cada día se contaban por centenares. Pocos fueron los afortunados, quienes se sentaban muy de cerca, para verla levitar unos diez centímetros por encima del suelo por cortos intervalos. Zhaba no usaba su limitado poder divino cedido por Zurimi, ese fue un truco aprendido de los zinguruts, para hacerse notar más y combatir contra los zynits. Desde entonces, cualquier predicador que se quedara siempre en el suelo, no era prueba suficiente de recibir inspiración divina. Se le ridiculizaba y era relegado de su lugar de prédica. Eso ocurrió también con los otros charlatanes y mendigos del zoco, al igual que los priestes. Si no levitaban, no eran profetas y por ello sus preceptos no debían ser escuchados. La valla que estableció Zhaba era demasiado alta para superarla, nadie levitaba como ella. Se corrieron las voces, hacia los confines más recónditos, de la historia de una profeta que estaba cambiando todo el régimen antiguo y caduco de los zynits.

Antes de uno de sus discursos memorables, los zinguruts le enseñaron un truco inusual pero válido, que consistía en despedir rayos de luz a través de sus ojos, dotándole de un aspecto fantasmal, con la luminiscencia saliendo de sus ojos. Era una artimaña que practicaba cuando se ocultaba el sol. La gente se sentía bendecida, cuando veía caer en sus rostros aquellos rayos luminosos blanquecinos. Iban a verla por sus milagros, pero se quedaban prendados de sus mensajes y preceptos, que eran más acorde para ellos, que las estrictas órdenes de los zynits. Por su parte, ellos entendieron que si no hacían algo urgente, sería historia y olvido los rituales en los ziggurats y la palabra del dios Zin Uru, cada vez venido a menos.

En cuestión de pocos meses, Zhaba constituyó una secta, la cual cada día ganaba más adeptos y crecía exponencialmente. Los fieles dejaron de lado sus creencias, basadas en el monolitismo de Zin Uru y se pasaron al bando de Zurimi y su profeta Zhaba, la alzada. Ese apelativo la distinguía, porque predicaba alzándose por encima del suelo. Su verbo se hacía verdad e iba cuestionando todo aquello que hacía tan opresiva la vida de sus fieles, ex adoradores de Zin Uru. Como toda secta que iba creciendo, las calles se volvían turbulentas, sobre todo cuando los priestes se dejaban ver, avergonzados, anunciando nuevas para que regresen al culto anterior, pero la gente al ver que no levitaban, ni caso les hacía.

Con los pocos poderes que Zhaba obtuvo de Zurimi, podía convencer a las grandes mayorías realizando pequeños milagros. Lo complementaba con unos trucos aprendidos de aquellos espíritus mercenarios, los zinguruts, quienes la contactaron para ayudarle a conquistar más fieles. Se llamaban Harut y Marut, sabedores y muy entendidos de la magia y las artes nigrománticas.
La seductora apariencia exterior de ambos ponía el entredicho si se trataban de ángeles o demonios, los que Zhaba solo podía ver. Tenían un trato, no completado en su totalidad, que era conversado cada cierto tiempo, mientras ella se recluía a fabricar nuevas revelaciones. Ellos le ayudarían a que los fieles se contaran por miles, a cambio del uso de varias artimañas que aplicaría ella al pregonar sus nuevas. El trato consistía en no entrometerse en los planes secretos de ambos zinguruts. Ellos harían uso de su ciencia secreta, el de la aspiración de energía masiva, relativamente fácil de lograr, cuando había tanta gente reunida. 
  
Zhaba se acostumbró a los largos intervalos de la desaparecida diosa Zurimi. No siempre estaba a su lado y los mensajes debía hacerlos ella de su propia cosecha. Con Harut y Marut, aprendió algunas técnicas para causar una mayor impresión a través de sus discursos. Los nuevos mensajes canalizados por Zhaba tenían más versos propios que los de una deidad ausente. Un séquito, junto con el guardaespalda, la protegían las 24 horas del día y no permitían que ningún indeseable se le acercara o le sucediera algo. Dejar de ser una pordiosera de la casta de las intocables y elevar su estatus, era como haberse sacado la lotería. Ella buscaba el glamour y la belleza que otorgaba la fama. Insistimos, el lunar que tiene en la espalda con la forma de un cañoncito, era su marca de profeta, de brahman. Ahora era tiempo de mandar construir un primer gran templo, para la adoración absoluta de ella, Zhaba, la profeta. 

martes, 26 de febrero de 2019

16

No era raro que Zhaba pasara un buen tiempo sin tener  noticias de Zurimi. Cuando la invocó aquella vez, como tantas otras, no se presentó para un tema en particular que debía resolver. Decidió fabricar un nuevo mensaje profético para sus adeptos aquella tarde. Revisando discursos anteriores, respondió de paso algunos cabos sueltos que le plantearan los de su círculo cercano. Filtró algunas revelaciones para el siguiente mensaje, que sería parte de un gran discurso que debía comunicarlo desde ya, pero en forma velada para no asustar a nadie. Incitar a la construcción de un templo dedicado al culto de la diosa Zurimi.

Una diosa que para siempre ocupada, no está pendiente de su profeta. Eso da pie a una situación hipotética pero no por ello menos deleznable: la profeta decide en algún momento de su oficio de escribana, rebelarse contra la entidad que, dicho de otra manera, le dió trabajo. Si nos fijamos bien, una relación de profeta-divinidad no es otra que una relación laboral de un subordinado y su jefe. En el caso de ambas, la relación era un tira y afloja. Había tensión en la profeta, cuando no recibía las respuestas adecuadas dentro de tiempos fijados o preestablecidos. Lo peor que podía pasar, que no hubiera respuesta alguna. Aquellas ausencias marcaban el carácter agrio de la profeta. Quién sabe si como una cuestión de fondo, serían celos mutuos, basada en una silente hipocresía de ambas partes. Pero por sobre todas las cosas, estaría escrito en un libro imaginario o imposible de creer, todos los designios del Escondido, de la Profunda Conciencia que Guía los Pasos, del Venerado Constructor, quien decide por encima de las correrías de una diosa, o semidiosa algo irresponsable por sus actos y su poca constancia para llevar adelante una obra. Con respecto de Zurimi, hay que sujetar con pinzas el árbol genealógico del cual desciende. No nos explicamos por qué estuvo encerrada en una botella por largos años, hasta que fuera liberada por un practicante de la serendipia, que por meras casualidades del destino, en su camino estaba dicho que debía toparse con aquella botella y por un descuido, al rajarse, creyó liberar a una efrit o un genn. Un caminante del desierto liberó a una diosa irresponsable. La figura no da ni para una metáfora creíble.

Zhaba intercaló dos o tres nuevos preceptos en su discurso, los que ya había discutido en alguna ocasión con Zurimi, cuando aún se comunicaban, los cuales ella le había censurado divulgar, no era el momento adecuado. Uno de esos preceptos rezaba apedrear a los zynits si se les veía en libre tránsito por la ciudad. El segundo precepto permitía secuestrarlos y lapidarlos hasta morir. Surge el dilema del profeta que busca no ser uno más del montón, sino ser el show mediático en sí, quien decide tomar decisiones propias sin consultarlas ante su superior, en este caso una entidad divina que no podía ponerse en orden a sí misma. No es el primer caso que permite plantear un profundo tema filosófico que se resume en una pregunta: ¿hasta qué punto un profeta miente en su mensaje y más es lo suyo, de cosecha propia, que lo establecido por la entidad con quien dice tomar contacto, para difundir su sabia y revelada verdad? ¿Cuánto de revelado y divino es disfrazado con mensajes que cargan intereses propios de quien pregona?

Hablemos de los zinguruts. Hanut y Manut. Son entidades del bajo astral, pero eso no lo sabe Zhaba. Es probable que nunca se entere de eso, está cegada, deslumbrada por ellos. Los percibe como ángeles, cuando son todo lo contrario. Ante ellos se descarga y se queja de las labores que le pide someterse Zurimi. La principal queja de Zhaba es que no asume su parte del compromiso y tampoco le ha otorgado más poder, para realizar milagros ante sus fieles. Hanut y Manut, le aconsejan en lo posible, uno que otro cambio que puede realizar la profeta. Cuando Zhaba los invoca mentalmente, se presentan en un santiamén. Aparecen elegantes e impecables, de rostro y ojos claros, de atractivo demoníaco con el brillo que despliegan. Si ellos quisieran, serían astros, actores o modelos, haciendo carreras envidiables entre focos y fama, sin que nadie se dé cuenta que son demonios de verdad. Zhaba no es consciente que ambos son súcubos, vampiros energéticos o ladrones de energía, lo que hace un egregor o un atrapasueños cuando se les activa. En algunas ocasiones, cuando la profeta descansaba, despertaba mucho más cansada de lo habitual. Lo atribuía a su cansina labor de profeta, pero no relacionaba que ambos, Hanut y Manut, le estaban robando su energía, la que captaba ella sin saber cómo, mientras pregonaba sus discursos de los nuevos cambios para sus adeptos, que se contaban por miles dentro de su secta.

Zhaba tampoco recordaba sus sueños de algunas noches. Los súcubos, cuando conviven con una persona que capta mucha energía pero que no sabe distribuirla o usarla, no se le despegan y procuran absorberle la mayor cantidad posible. Era lo que pasaba con Hanut y Manut. Se habían topado con algo más que una simple gallina de los huevos de oro. Ambos se metían en sus sueños y le hacían pasar episodios oníricos no aptos para ser relatados. A través del sueño le robaban la energía extra que generaba, dándose por satisfechos los insaciables súcubos, a expensas de la profeta.

Zhaba estaba a punto de iniciar la sedición, luego degenerado en rebelión, así como cuando Mazzini, el fundador de la Logia P-2 autorizaba a los suyos para cometer deliberadamente el incendi, el avvelenamenti y el furti, motivos por lo que dieron origen a la nefasta palabra siciliana mafia. Guiada por los zinguruts, en sus mensajes intercalaba palabras o frases claves que iban cargadas de intenciones energéticas, entre ellas señalaba los pequeños actos de ataque y agresión contra los zynits. Si se hacía en distintos puntos de la ciudad, daría la impresión que se estaba armando algo grande, viniendo de  una secta que crecía exponencialmente. Las bases para el gran templo iban avanzando a una velocidad trepidante. 

lunes, 25 de febrero de 2019

17

Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa.

La carta de la soledad indica, aunque no parezca, el amor de una deidad revelada. El sesenta y uno engloba ese extraño pero entendible concepto. Para ser profeta, para ser un canal, deberás soportar ser una ermitaña, para recoger y recopilar todo el mensaje revelado, que ha de difundirse, propagarse y predicarse a los cuatro vientos. No importa si en las faldas de una montaña o en lo alto de un ziggurat, pero un lugar donde puedas ser tú misma.

La profeta quiere abandonar a la jefa. La profeta ha decidido tomar las riendas de su nuevo culto, el culto hacia ella misma. Deja su condición de pobre y pasa a ser una protegida sin preocupaciones en lo económico, sus nuevos adeptos la cubren de gloria y que nada le falte. La profeta no quiere predicar la palabra de nadie más. Piensa: ella quiere ser la figura central. Quiere ser diosa, pitonisa, profeta. Las tres a la vez. Para ello habrá de realizar fantásticos y maravillosos milagros, para dejar en claro entre sus fieles, que ella no miente ni ofrece ilusiones o vanas esperanzas. Con ella la cuestión de la vida y la muerte es serio. Su palabra vale, lo avala a través del ejercicio constante de sanaciones, mensajes sencillos y claros para todos.

Hace olvidar el culto a Zurimi (una diosa irresponsable) y a los zynits por igual. El templo que se erige a una velocidad trepidante, servirá para el culto dedicado a ella. Los preceptos se dicen libremente y se establecen como norma y ley. Hay que apedrear al enemigo, a los priestes, la libertad de culto no será libre, sino la imposición de uno solo. Los zynits deben ser exterminados, nadie deberá tener entre sus manos el libro del Zuhit, que señala adorar al dios Zin Uru y maltratar a las mujeres como les viniera en gana. La palabra es revelada a través de una pordiosera, se le manifiesta entre sueños y se vuelve predicadora del nuevo culto. Su nombre ya no es Dinah, para aquellos pocos que la reconocían, sino ahora es Zhaba, entre sus miles de fieles, que lo dan todo por ella. Es considerada la nueva profeta del siglo, la de las respuestas adecuadas, la protectora de las mujeres. Han matado al dios Zin Uru. Corre sangre en las calles, pero no diremos nada más al respecto.

Las donaciones para erigir el nuevo templo, cubren por completo su construcción y manutención. A nadie le interesa el relato de la diosa encerrada en una botella de piedra magnetita que luego de siglos, fuera liberada por un peregrino, al que por error se le cayó y rajó la botella.

Lo que nadie sabía al respecto de ese relato, y mucho menos Zhaba, que Zurimi, al verse liberada, necesitaba cobrar víctimas para recuperar el tiempo perdido y su estado como diosa, volverse materia densa. El caminante fue su primera inmolación. Luego vendría una caravana, en el que ninguno de los camellos y peregrinos que los guiaban se salvó. Con una plenitud lograda, en los alrededores entrevió la situación de los zynits, las mujeres en un estatus de esclavas oprimidas y Zhaba husmeando en los altos de un ziggurat aquella noche en que se le metió entre sueños para comunicarle su nuevo rol de profeta. A la par, escuchó desde las lejanías una extraña invocación. Si no fue por curiosidad, acudió al llamado de un mago llamado Sabinarrosa, quien se encontraba en el otro extremo del mundo.  

Invócame, y juntas haremos esos discursos para vencer a los zynits, borrarlos de la faz de la tierra. Invócame y ahí estaré. Te llamarás Zhaba y olvidarás tu nombre antiguo de Dinah. No es casualidad este nombre escogido para ti. Belkis logró en su tiempo vencer al sifilítico y estúpido Zalomón. Ahora serás tú contra la estupidez de una masa de hombres. Te odiarán por traer el cambio absoluto, hacerles ver la caducidad de sus tradiciones y lo obsoleto de sus preceptos. Nuestro momento llegará a pasos agigantados.

Zhaba exige más poder, pero no recibe eco ni respuesta de una diosa irresponsable, que falta a sus citas programadas. Que no le transmite nuevos mensajes. La profeta cambia su papel. Es una profeta revelada y rebelada. Ordena construir el templo del cual se apoderará. Solo ella sabe hasta qué punto han contribuido a su obra los zinguruts Hanut y Manut. Gracias a ellos se ha erigido de mayor poder, fama y alcance.

Llamadme la profeta Zhaba, soy la que traigo la nueva luz y la verdad de nuestra venerable diosa.

Pero no es la diosa Zurimi. Es la nueva profeta revelada: Zhaba. 

domingo, 24 de febrero de 2019

18

Con el reloj de arena, cuya duración era de cuatro minutos con treinta y tres segundos, el tiempo necesario para realizar el intercambio o el proceso de la transmigración, cuando un alma cruza hacia el otro cuerpo sin interferencias, mientras ambos se miraban profundamente para poder concentrarse. El ritual de ambos era agarrarse fuerte los brazos (la izquierda de él, la derecha de ella) y con la mano libre, mientras Henri llevaba una esfera de oro puro, en cuyo interior alojaba un cristal rosa, Julia sostenía una esfera de plata con un cuarzo blanco, para potenciar el trabajo de la transmigración. Una tela roja cubría la unión de ambas manos que estaban juntas. 

Había que tomar las previsiones del ritual, que exigía que no hubiera animales cerca, ya que suelen alimentarse de ciertas energías (como es el caso de gatos y canarios, entre otros). Las ventanas debían estar cerradas, de ser posibles que se usaran cortinas blackout o que no dejaran pasar la luz. También los espejos: debían estar cubiertos de tela negra, para impedir que se abran portales mientras duraba la transición de la transmigración.

De igual forma, no debía haber cruces ni símbolos religiosos cerca. Mucho menos un rosario, un denario o una estampa dedicado a un santo en particular. Tampoco debía haber plantas en maceta cerca, como cactus, geranios o hiedras. Todas las puertas debían estar cerradas.

Luego de todas estas precauciones por anticipado, había que hacer el rezo a la vez, que era la invocación a los Espíritus Guías, a los Avatares y Maestros Ascendidos para permitir el proceso de la transmigración sin mayor problema. Luego que dejara de chorrear la arena en el reloj, cada uno se tomaba un tiempo prudencial para reconocer el "nuevo cuerpo" y adecuarse, acostumbrarse a sus nuevas formas y poco a poco recuperar el habla (en un tono distinto), el caminar (también con cambios, con la tenue escoliosis de Julia), la constante movilidad de las manos y la necesidad de verse ante un espejo para sentir el "nuevo cuerpo".

Sobre rituales, hay muchos y variados. Si quieres iniciarte con un pequeño vuelo astral, para el cual estarás bajo tu propia responsabilidad, toma atención de estos pasos, que recomienda el maestro Moida.

Coloca tres vasos de agua debajo de tu cama o de una tarima (que es lo más recomendado, para que no te gane el sueño en la blandura de una cama) y repetir un mantra, en voz alta, que puede ser RAM, o el OHR (o uno a tu elección). Repítelo varias veces, pero luego concentrando en tus pies, y mentalizando como asciende una luz blanca que reposa en tus pies. Repite nuevamente el mantra, ahora focalizando esa luz blanca imaginaria en tu plexo solar o donde está ubicado tu esternón. Por último, repite otras veces en tu "tianmu" o tercer ojo, que viene a ser el entrecejo, también con la luz blanca. Sentirás un estado de somnolencia, para el cual deberás estar alerta: si te duermes, no te frustres. Inténtalo al día siguiente, así hasta agarrar dominio de poder "estar despierto" mientras sientes que tu cuerpo se duerme. Una vez que has logrado eso (lo cual no será fácil a la primera, sino luego de varios intentos), visualiza el agua como una protección y a la vez potenciador del vuelo astral que hagas. No es fácil llegar a ese convencimiento, pero con la práctica seguida y con una voluntad constante, lograrás el objetivo. Después de unas semanas, sentirás que podrás zafar de tu cuerpo en reposo y estarás saliendo al astral. Cuando estés en ese estado, podrás hacer cualquier viaje astral hacia algún destino en particular: conocer algunas ciudades europeas, visitar islas paradisíacas, castillos derrumbados, ruinas arquitectónicas o el mundo entero sin necesidad de gastar en pasaporte y pasajes.

Con la práctica, el vuelo astral se vuelve una costumbre distinta a la cual no hay que tenerle miedo, siempre y cuando estés protegido por la visualización de la luz plateada o el color del plexo solar, generalmente luz amarilla. La respiración, en todo este proceso, es muy importante. Una respiración prolongada y pausada es mucho mejor que entrar en hiperventilación y arruinar todo este ejercicio.

No se trata de un ritual, pero sí un ejercicio focalizado, para concentrarse mejor, que nos explica Míster Marchal.

Cuando se está con sueño, procurar acostarse boca arriba, pero con la idea fija que no se debe apagar la "atención" de todo lo que sucede mientras se va quedando dormido. No es fácil lograr esto, pero el ejercicio en sí es lograr estar con la conciencia activa, de tratar de darse cuenta de lo que va sucediendo, a medida que el sueño va haciendo de las suyas. Lo ideal es no pensar en nada, tan solo fijarse en lo que sucede, sentirse un observador hasta lograr percibir el zumbido. Si logras percibir el zumbido, y esto es lo más importante, deberás "deslizarte" y salir de tu cuerpo, para hacer una proyección astral, que es quedarte cerca de tu cuerpo en reposo. Si te dejas arrastrar por el zumbido, te quedarás dormido y de nuevo tendrás que intentar todo desde el principio.

Aunque a veces pasa que si te dejas llevar por el zumbido, algunos lo describen como una manga plateada que cubre todo el cuerpo y te hace soñar, puedes empezar a modificar a tus anchas cualquier sueño que tengas y lo puedes convertir en un sueño lúcido. Se aprende mucho estando despierto en medio de un sueño, incluso puedes pedir hablar con entidades o maestros ascendidos que se te presentarán, aunque es algo limitado (no es lo mismo un sueño que un vuelo astral). Lo importante es mantenerse focalizado y vencer la resistencia de uno mismo de quedarse dormido. Poco a poco se irá venciendo esa resistencia.


sábado, 23 de febrero de 2019

19

Segundo Libro

Aquellas rayaduras finas en la mesa de madera simulaban una nocturna fogata, de esas cuando pones a quemar finas ramas y saltan las largas chispas en la vorágine del fuego hacia el cielo. No se había percatado de ello cuando levantó el mantel negro que se encontraba polvoriento, las cartas no debían recibir ese tipo de interferencias en una próxima lectura o apertura de portal para invocar a Surimi. ¿De cuánto tiempo estaba la mesa así? Había que mandarlo a lijar toda la superficie entera y desaparecer esa atrocidad. Con razón las últimas lecturas traían mensajes incomprensibles. Eso es lo que piensas, la cómoda excusa para fastidiar a los demás. Ernesto no pudo haber sido, era muy fino los rayones. Además el mantel llevaba mucho tiempo sin lavarse y esas marcas sería de mucho antes que llegara el gato. Quizás estuvieran desde el día de la mudanza.

Svetlana, su vieja amiga, afirmaba haber aprendido directamente de Madame Lenormand la lectura de cartas. Lo cual era una contradicción ya que no calzaban los tiempos para haber coincidido con la mismísima Lenormand, salvo que lo aprendiera de otra vieja bruja que decía serlo, porque madame no era de enseñar a tantos discípulos, pero sí se preocupó de escribir rentables manuales, actualizando así las obstrusas y complicadas lecturas de Levi, Etteilla y otros más, si no se me olvida.

Aquel día Svetlana le hizo una rápida lectura, sugerida por Sabinarrosa sobre algunas inquietudes que le rondaban la cabeza. El carro, el emperador y alguna carta de oros, anunciaban visita de alguien para Sabinarrosa. Lo buscarían desde muy lejos. Específicamente a él. ¿Cuántos vendrían? A lo que la vieja respondió tajante: cuatro. Sabinarrosa se sorprendió. Quería consultarle sobre un tema doméstico y se topó con un aviso mayor. Había que limpiar la casa y preparar algunos cuartos para los huéspedes, no tenía la más mínima idea de quienes serían. ¿Por cuánto tiempo estarían por acá? Svetlana respondió: dos semanas y media.

Para ese entonces, Sabinarrosa había sostenido dos sesiones de entrevistas con Surimi, conociéndola un poco más, pero no a profundidad. Algo no le quedó claro, cada vez la notaba más evasiva y extenuante al  invocarla. Al retirar el mantel, vio las rayaduras finas que simulaban la llamarada de fuego, quizás eso interfería. Aquella tercera vez que la invocaría, tomaría hierba mate para mantenerse atento. A pesar que le hacía ascos al mate, lo mantenía alerta por varias horas, las necesarias para lidiar con la energía densa de Surimi.
No le gustaba el café, porque le producía gases y el té lo mandaba seguido al baño por sus propiedades diuréticas.


...



Sabinarrosa se quedaba perplejo cada vez que leía a Séneca. Es mucha sabiduría para un hombre, incluso para la época en que se desenvolvió. ¿Con qué escuela iniciática habrá tomado contacto en ese tiempo? Incluso algunos de sus textos tenían segundas lecturas, del orden iniciático. Algo así como con el Fausto de Goethe: lo del diablo es mera alegoría. Bien leído, y con alguna base hacia donde apunta Goethe, el Fausto va más allá de la historia base del pacto. Es más profundo. Entre Séneca y Raimundo Llull... ¿serían ambos el mismo avatar? El caso de Llull es el de un rara avis, un excepcional de su tiempo, un adelantado. Era increíble que en los tiempos de oscurantismo que se anunciaban venideros, hizo todo lo que hizo. Solo faltaba que lo denunciaran por hereje. Aunque eran diametralmente opuestos tanto Séneca de Llull, algo hacía sospechar a Sabinarrosa que se trataba del mismo avatar.

Había que repasar el texto de Aram. En el capítulo tres, menciona que el apóstol Felipe, quien luego sería Francisco de Asís y también Martín de Porres, se trataba del mismo avatar: Kuthumi. Por eso el pensamiento de Asís se entroncaba con el de Porres. Era la misma filosofía. Del apóstol Felipe no se sabe nada: no hay registros que perduraran, para identificar si mantuvo el mismo pensamiento. Pero la transmigración estaba identificada. Lo que hizo el maestro Kuthumi en cada vida, dejó obra y consecuencias para bien, a modo de ejemplo.

En el caso de Cristóbal Colón, fue antes el Mago Merlín, luego el dramaturgo William Shakespeare y posteriormente el aún enigmático personaje Conde de Saint Germain. Luego trascendería como avatar para la era de Acuario y ascender con el título de Maha Chohan. Fue referente activo en los telones detrás de la política y alquímico (las obras teatrales del Bardo de Avon son antimonárquicas en su mayoría), sabedor de los teñidos de telas, dejó conocimientos sobre el uso de la luz violeta de la transmutación. Era otro avatar identificado por Aram.

El Maestro El-Morya, quien fue el rey Arturus, ahora es el avatar de Darjeeling, regente del rayo azul del poder. Apenas se había identificado tres avatares, de los cuales se tenía certeza de sus pasos por este mundo. Sabinarrosa quería empecinarse en encontrar más avatares o aquellos quienes reencarnaron en más de una ocasión en distintas épocas, manteniendo una coherencia del mensaje en cada tiempo en que se desenvolvieron. Pero para ello habría que acudir al Registro de los archivos akáshicos. ¿Dejarían los de Akása husmear en las líneas álmicas de los avatares?

Séneca, quien siglos más tarde sería Raimundo Llull, ¿sería quizás Francis Bacon, y luego Fulcanelli? La neumonía de Bacon era risible por como lo obtuvo, mientras se inspiró en probar el punto de congelamiento rellenando y cubriendo pollos con la nieve. Pero con lo del empirismo y el método científico, es que se encuentra paralelos con Llull, quien ya había propuesto un orden de clasificación para la ciencia. Desde luego, había que identificar más avatares, quiénes guardaban relación con lo que hicieron en cada vida y encontrar paralelismos o puntos coherentes del pensamiento, interrumpido por una reencarnación o por las artes de la transmigración a conciencia y voluntad. En eso estaba Sabinarrosa, hasta que se topó revisando entre sus libros, con un cuadernillo rústico firmado por Catay Cipango, comprado hace tiempo y aún sin leerlo del todo, titulado Perfectibile de Komosoros, en él anota sobre ciertos rituales lindantes con lo chamániko, pero sin serlo o profundizar más al respecto. El problema con Catay Cipango es que entiende todo mal y pretende explicar, cual difusor de un texto con poca cabida para el público en general, que Komosoros era una tribu (nada que ver) que realizaban aquelarres (lo cual es falso). El Perfectibile era un documento cuyas anotaciones libres sobre diversos temas, era de un autor misterioso que firmaba Komosoros. Cero en comprensión de lectura, pensó riéndose Sabinarrosa.

viernes, 22 de febrero de 2019

20

A Sabinarrosa las inquietudes y curiosidades más rebuscadas lo tenían rumiando sus pensamientos. ¿Qué iba a soportar una cháchara banal, con algún hijo de vecino sobre si tal partido de fútbol o las bochas? Menos perder tiempo leyendo la sección política de los dos diarios oficiales de la zona. El enciclopedismo lo tenía consumido y distraído. Lo último, y  tuvo que confirmarlo con algunas lecturas del viejo Herodoto, que en lo evidente histórico, no existió ningún reinado de Salomón, mucho menos la ficción tejida a su alrededor, lo cual daba por inválida la presencia de la reina de Saba, otra mera invención. Y del harén legendario, apenas si se limitaría a siete mujeres, cada una representación o alegoría de los siete planetas y que situaba al inventado Salomón como sol y fuente de luz. Pero todo era mera alegoría, fantasía para refrendar un mito fundacional inexistente y cuyos trazados de rastros de su pasado, no cabían lugar en lo físico y visible de este planeta. Si Salomón no existía, la pista se situaba sobre un personaje real, que sí existió, que tenía abundante harén, templos y distribución política. Se trataba nada más que de un faraón egipcio llamado Amenofis III el sabio, cuya figura fuera usurpada y trastocada en una leyenda semita sin origen cierto como el de Salomón. La inexistencia de este personaje desvirtuaba muchas cosas. Y era algo que quería darse de lleno Sabinarrosa, ahondando más en este personaje egipcio, el olvidado Amenofis, al que se le atribuye la autoría de varios papiros, hoy por hoy dados por perdidos o quemadas sus copias, cuando uno de los sucesivos incendios de la biblioteca de Alejandría. Los días de otoño se sucedían iguales para Sabinarrosa, lo que era su lento devenir, era en contrastar tantas fuentes posibles: era un tema delicado, de mero revisionismo histórico. Pero había una traba: Catay Cipango. Era quien atesoraba la única copia en todo el sur, del Papyrobon, un texto que más parecía una ensalada de tantos textos reunidos, de entre los cuales, un par de ellos podrían satisfacer la curiosidad de Sabinarrosa.

Pero acudir donde Catay Cipango era un fastidio, un remedo molesto de un aficionado al esoterismo, un improvisado que no practicaba o profundizaba en este campo, apenas vería lo espúreo y superficial de cada tema y anotarlo en forma de panfletos o cuadernillos de publicación autofinanciada y que se vendían en algunos kioskos. Temas variopintos desde una relación muy básica sobre los elementos de la naturaleza (calando de paso la absurda historia de las hadas fotografiadas y que le dejaron en ridículo a Arthur Conan Doyle), sobre los siete cuerpos (mal explicados, Catay Cipango cree que son siete los cuerpos etéricos –el hombre no entiende nada), una larga e indigesta explicación sobre los signos zodiacales (que mejor lo resumen los maestros astrólogos del Brasil, con publicaciones más sencillas y fáciles de entender por el populorum, anexando nombres de famosos para cada signo), alguna crítica contra la masonería (con Jakim Boor como recurrente y única fuente consultada), entre otros temas que si bien son interesantes, por el tamiz de Catay Cipango resultan grotescas y vulgares en cuanto a sus dilucidaciones y manías impresas. Lo que busca es alimentar su ego y perfilarse como un divulgador y conocedor esotérico. Los lectores incautos se hacen de sus obrillas, descartables por cierto. Pero eso es un engañamuchachos. Lamentablemente, una de las deformidades de Catay Cipango es que tiene una rica y exquisita biblioteca, mal aprovechada, y de entre ellas, la copia del inefable Papyrobon, y la enciclopedia completa del proyecto Diderot, traducido (el de los 89 tomos de color negro y letras doradas). Catay Cipango se movía en el reducido mundillo de los esotéricos uruguayos como un estorbo, un error de momento no descartable.

Otro libelo suyo, de tiraje reducido, trataba sobre la manipulación de pensamientos a través de la "telepatía a distancia controlada", cosa que no era cierta ni probada de realizarse, como interponía Sabinarrosa, más conocedor del tema. En alguna convención sobre la tenida blanca (no se percibía si eran masones, los Ekankar o cierta ala rosacruz de membresía abierta) en la que se hallaban reunidos tutilimundi, Sabinarrosa le espetó sobre lo ridículo de su última publicación que se había agotado en los kioskos: el planeta rojo que amenazaría con destruir el planeta Tierra entero. Era a voces sabidas sobre la todavía no tan inminente presencia de un cometa destructor, que alertaría para aquellos que vivieran en el 2100 en adelante. Pero para estos tiempos, era solo fomentar un pánico innecesario entre los lectores ignorantes de estos temas profundos. Catay Cipango solo sonreía, le dijo que ya estaba preparando una nueva edición de esa publicación, que desapareció en menos de dos días. Encima, inconsecuente con lo que pregona. De seguro su fuente era un oscuro brasileño de apellido Rimbolú.    

Fue en una muestra fotográfica sobre los Sadhus de la India, aquellos seres excepcionales que logran realizar proezas fuera de este mundo. A Sabinarrosa le incomodó ver a Catay Cipango, pero luego del saludo protocolar correspondiente, cambió de luz y le preguntó si aún cuidaba su copia del Papyrobon. Catay Cipango, gozando el hecho de sentirse un poco más importante, le respondió que fuera a visitarlo a la mañana siguiente, que tenía un par de asuntos que le podrían interesar. Una oportunidad para ver y reconocer los textos que guardaba en su biblioteca particular.

A las diez de la mañana estaba puntual tocando Sabinarrosa la puerta de Catay Cipango. Cuando abrió, lanzó una mirada a su alrededor y lo hizo pasar. Sabinarrosa se percató de ello y le preguntó qué pasaba. Catay Cipango estaba con los nervios crispados, como si no hubiera dormido. Quizás fuera algo de dramatismo y alguna representación histriónica, pero algo no marchaba bien. Catay se disculpó y le hizo pasar a su estudio. Sabinarrosa estaba embelesado, unos minutos de paz recorriendo sus iluminados estantes, revisando tomos y portadas de libros que sostenía entre sus manos. Hasta que encontró el Papyrobon, un grueso ejemplar empastado y con forro de tela dura. No había otro similar en toda esta latitud sureña. Pero su mirada se desviaba hacia otros libros, que gritaban "llévame, llévame". Había Papus, Etteilla, algunos de los que ya tenía consigo, otros de autores pocos conocidos, Pearlman, Richman, Donovan, entre otros sin autoría. Catay Cipango demoraba en volver. Sostuvo el Papyrobon y buscó en el índice los dos artículos que le interesaban con respecto de Salomón. Ambos textos eran breves, y mientras no se apareciera el anfitrión, los leería in situ, aunque estaba incómodo, porque a la par, quería revisar aquellos otros libros que estaban ahí expectantes, de títulos interesantes y poco conocidos.

El primer texto carecía de autor, pero confirmaba lo que ya sabía Sabinarrosa, que Salomón fue invención y figura literaria, no un personaje histórico, lo cual dejaba por los suelos cualquier leyenda que tuviera entronque con el Salomón mítico, como era el caso de las publicaciones atribuidas a su autoría (Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Clavículas menores y mayores) o el de Hiram Abif, figura alegórica que dio inicio a la masonería con los símbolos que se adherían a su asesinato, como morir apuntando al este, entre las columnas Jachim y Boaz, por los Juwes, que eran Jubelo, Jubela y Jubelum, sus ayudantes asesinos. Si no existió Salomón, echaba al traste la leyenda de la Reina de Saba, y el mítico harén de las 900 mujeres. (Lo cual echaba al traste también todo intento de origen antiguo de la  masonería especulativa, que decía nacer de la mano del asesinado Abif.)

El segundo texto, firmado por un tal W. Smith, renegaba que las minas y el gran Templo, no correspondía de la mano de Salomón, sino de un faraón, al que según el texto no lo nombraba porque carecía de fuentes egiptólogas (hubo un auge importante sobre esa materia en los 70s, pero el texto fue publicado antes de esa difusión). Salomón se desvirtuaba en ser tan solo una alegoría que representaba al Planeta Tierra, y siete mujeres suyas, a cada planeta conocido durante el tiempo, antes de los años 30 del siglo XX, cuando se descubrió Plutón. La discusión del texto dilucidaba si Salomón era la Tierra misma y no el Sol, por ser un personaje mítico superior al rey mismo y una de las mujeres desaparecía, porque hasta ese entonces solo se conocían seis planetas además de la Tierra. En eso estaba cuando volvió Catay Cipango, cambiado de ropa y menos temeroso, como hacía un rato.

Sabinarrosa apuró su lectura, le faltaba un par de cuartillas para completar su lectura. Luego cerró el libro, ante la profunda y atenta mirada de Catay Cipango. Sabinarrosa estaba incómodo, quizás había llegado en un mal momento, pensó. Se quedaron ambos mirándose e interrogándose sin decir nada. Catay Cipango dio un resoplido y sacó de un cajón de su atiborrado escritorio un sobre. Se lo mostró sin decir nada a Sabinarrosa. Leyó el texto de la breve carta. Luego miró asustado a Catay Cipango. A diario recibo anónimos que insisten en que deje de publicar los cuadernillos que se venden como pan caliente, dijo Catay. No gano mucho, pero despierto el interés en la gente. Pero esta carta no va dirigida a mi, estimado amigo. ¿Cuándo pensabas dármelo?, preguntó tímidamente Sabinarrosa. Conociéndote, quizás nunca, pero luego me preguntaste por este libro y acá no puede haber una coincidencia, uno más dos es tres. Sabinarrosa iba a hacer el ademán de devolverle la carta. Quédatelo, le dijo Catay, está dirigido a ti, es a quien buscan, solo prepara tu casa para cuando vengan hasta aquí. Ya habrá ocasión de que me los presentes. El ambiente se enrareció, los silencios llenaban este extraño diálogo entre dos que no se quieren ver, ni en pintura.

Sabinarrosa se paró y Catay hizo lo mismo. ¿Averiguaste lo que querías saber del Papyrobon?, le preguntó. Sabinarrosa le respondió que sí, y le iba a preguntar si podía dárselo en consigna por unos días. Antes que sigas, le cortó Catay, no puedo prestártelo, ya sabes lo que me pasó con el Goaccino para que lo destrozara Mario Marccelo. Sabinarrosa asintió resignado, recordando esa vieja historia, para que un ex pastor destrozara una bella obra de arte de miniaturas iluminadas como lo era el Goaccino, lo que hizo huraño y muy cuidadoso con sus libros Catay Cipango. Pero lo de Mario Marccelo fue el acabose aquella vez. Ni modo, regresaría a su casa, pero no con las manos vacías. Ambos artículos del Papyrobon no se extendían más con respecto del asunto salomónico. Pero lo de la carta lo dejó intrigado. Tendría que adecuar y aderezar la casa para los cuatro viajantes que anunciaron por anticipado su viaje y el hospedaje, según las señas, en casa de Sabinarrosa.

Se dice que luego de Plutón, el noveno planeta, le siguen tres planetas más: Vulcano, Ursus y Vestus, completando así 12 planetas orbitando alrededor del sol. En tiempos anteriores, la misma luna y el sol fueron considerados planetas, cosa que la alquimia se encargó de aclarar diferencias entre un satélite de tierra inerte y una estrella que brilla por combustión de los gases, pero publícalo en los tiempos que quemaron a Giordano Bruno, iniciado de alguna fraternidad y condenado por hereje, o ante los censores de Copérnico que nada pudieron hacer ante su modelo astronómico, que se difundió más y sus conclusiones aniquilaban el heliocentrismo. La obra de Copérnico fue destinada a quemarse en repetidas ocasiones, inscrito como libro prohibido en el Index o lista negra de libros que merecían la hoguera, 
pero varios ejemplares suyos alcanzaron los confines donde no llegaba la obligación de desaparecerlo. La censura de hoy en día es risible, más se aplica en los diarios y panfletos con sesgos políticos. En cuanto a temas polémicos en lo esotérico, no llega a mayores, por desconocimiento total y estar habituado a ser distribuido en un círculo reducido, no masivo. Catay Cipango pretendía aportar con granitos de arena incentivando el interés por estos temas. Pero el problema era que lo hacía mal, desconociendo por completo el tema, ignorando lo que guardaba en su propia biblioteca para al menos elaborar una asentada monografía con base y citas de fuentes, sin necesidad de incitar al sensacionalismo y brindar unos conceptos nada esclarecedores, en cuanto a sus panfletos y cuadernillos característicos, meros mamotretos frutos del facilismo y la dejadez.

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¿Quién eres, Sabinarrosa? ¿Quién eres tú? ¿Qué representas bajo la carta de La inspiración? ¿A quién le debes, a quién rendirle pleitesía me...